Establecer
relaciones íntimas y cercanas con los hijos, es tan importante como enseñarles
disciplina y ponerles reglas claras. Crear espacios de confianza es fundamental
para mantener el diálogo fluído a lo largo de todas las etapas de la vida.
Carmen y Paula
tienen hijos adolescentes. Conversando en un café, Carmen le dice a su amiga:
-"¡Te
envidio! Ojalá tuviese la relación que tienes con tus hijos. Logras tener conversaciones de temas profundos e importantes. A
pesar de las peleas propias de la edad, tus hijos te validan a ti y a Juan como padres y consideran
sus opiniones. No le hacen asco a irse con ustedes un fin de semana y no les mienten para conseguir permisos, sino que
les dicen las cosas a la cara".
"En cambio,
mis hijos llegan a la casa y se
encierran todo el día en la pieza. Por
más que les propongo panoramas, se rehúsan. Cada vez que les pongo un tema de
conversación, terminamos
peleando. Cuando les pregunto cómo están, sienten que les estoy invadiendo
su privacidad o atacando. Con Fernando tenemos que obligarlos para que salgan
un domingo de la casa con nosotros, todo
lo que les ofrecemos les da lata, y la peor parte, si llegamos a estar
solos, siento que no tenemos
de qué conversar, la relación es poco fluida y a veces hasta cuento los
minutos para que llegue un tercero a romper la tensión. No entiendo cómo, a
pesar de que siempre has sido bien estricta con el cumplimiento de las reglas
en tu casa, tus hijos son muy cercanos a ti. ¿Qué haces para que sea
así?"
-A pesar de que
siempre me han importado las normas y trato de hacer que éstas se cumplan,
desde que eran muy chicos, me he preocupado de crear espacios de intimidad y
cercanía con ellos.
CREANDO INTIMIDAD
Carmen le pregunta cómo ha logrado esos espacios, a lo que Paula le señala un listado de actitudes necesarias para desarrollarlos:
-
"Preocupándome de tener instancias
y tiempos exclusivos con cada uno para
tener relaciones individuales. Una vez a la semana me preocupo de tener un
momento de tú a tú, ya sea
salir de paseo, a tomar un helado o jugar juntos a algo que le guste, que me
acompañe a hacer un trámite o cosas por el estilo".
- "Siempre
me he involucrado en sus
intereses. A Tomás lo acompaño a sus partidos de fútbol, veo películas
románticas con la Anita, aunque para mi sea una lata y me preocupo de escuchar
sus ideas y validárselas".
- "Cuando
llego del trabajo, aunque esté agotada, me doy el tiempo para conversar de lo que han hecho en el
día. Cuando eran más chicos, algunos días, hacíamos un juego que consistía
en que cada uno debía responder alguna pregunta como por ejemplo 'qué fue lo que más me gustó del
día de hoy' o 'qué aprendí hoy'."
- "Después
de un enojo, castigo o pelea, trato siempre de generar un espacio de reencuentro. Le demuestro que lo que me molestó no
es él o ella, sino la conducta particular que realizó. A pesar de que
hago que asuma las consecuencias de sus acciones, le muestro que lo sigo
queriendo y que mi cariño es
incondicional."
- "Con mi
marido nos preocupamos de hacer panoramas entretenidos, atractivos para ellos.
Para esto nos hemos preocupado de generar,
desde que son chicos, intereses y actividades compartidas.
Por ejemplo,
desde que eran chicos salíamos a andar en bicicleta juntos. Y esos es algo que
aún hoy hacemos y que nos mantiene unidos y conectados".
Ante la
experiencia de Paula, Carmen se da cuenta de que con Fernando no le han
dedicado el esfuerzo ni tiempo suficiente a generar una relación de intimidad uno a uno con sus hijos. Como nunca es tarde
para comenzar, deciden poner manos a la obra e involucrarse más en sus
intereses y en sus individualidades.
DONDE HAY UN RAYADO DE CANCHA, DEBE HABER UN JUEGO DE EQUIPO
Para lograr el
equilibrio entre normas y afecto, es clave aprender a disfrutar junto a los
hijos. Es necesario poner toda la creatividad y el buen humor al servicio de la
creación de instancias donde
padres e hijos lo pasen bien juntos y
experimenten sentimientos positivos. De este modo, se fortalecen los lazos y se
crea un vínculo cercano, el cual sienta las bases para tener una relación de
confianza.
Si un niño, desde
que es pequeño, cuenta con los espacios para “estar de verdad” con sus padres,
para conectarse emocionalmente con ellos, en los que se sienta valorado simplemente por
ser quien es, se está sembrando y cultivando una relación de intimidad con
sus progenitores con sólidas raíces. Una relación basada en la confianza y
sostenida sobre los buenos recuerdos. Una relación donde existe la capacidad de
expresar los propios sentimientos y preocupaciones ya que no se duda de la
incondicionalidad del amor.
No se trata
tampoco de creer que los padres deben convertirse en “los mejores amigos” de
sus hijos. Por el contrario, siempre se deben mantener los roles claros.
Pero si desde que los niños son chicos nos damos el tiempo e invertimos energía
en construir un vínculo cálido y de aceptación, existirá en el futuro esa
complicidad y cercanía que permitirá al hijo saber que puede contar con sus
padres siempre que nos necesite.