STOP NIÑOFOBIA.



Un niño feliz, que disfruta interactuando y descubriendo el mundo, es ruidoso, inquieto, alegre y revoltoso. 



Ahora bien, en los últimos tiempos está apareciendo un movimiento que nos llama mucho la atención y que nos preocupa: la “niñofobia”.

De un tiempo a esta parte ha aumentado un tipo oferta hotelera muy concreta, la que ofrece hospedaje “libre de niños”. Es decir, durante la estancia no nos encontraremos con bebés y otros menores que nos molesten por la noche con sus llantos o que nos incordien en la piscina con sus juegos.

Lo mismo ocurre en ciertos bares y restaurantes. Se trata de una oferta distinta para todos aquellos que deseen pasar un instante de paz alejados de la presencia infantil.
  
¿Se nos ha olvidado ya lo que es la infancia? ¿Tan poca empatía tenemos que somos incapaces de conectar con esos años maravillosos, ruidosos y revoltosos que definen la niñez?

LA NIÑOFOBIA O PENSAR QUE UN NIÑO QUE LLORA ES EL RESULTADO DE UNA MALA CRIANZA

Este es solo un pequeño ejemplo de lo que sufren día a día muchos progenitores. Ir a comprar, a pasar un rato a un teatro, a comer a un restaurante. Si un niño grita, llora o llama la atención de otras personas es porque sus padres “no están haciendo algo bien”.

Es una idea incorrecta y estigmatizada. Cada niño tiene su personalidad y su forma de interactuar en sus contextos más cercanos. Los hay más inquietos y los hay más tranquilos, pero ello no es siempre el resultado de la educación que les dan sus padres.

Los bebés lloran, y es el llanto ese lenguaje esencial para pedir algo, para comunicarse. Es algo natural que toda madre entiende.

De ahí, que debamos ser más empáticos y respetuosos cuando en un tren o un avión, vemos a esos padres que intentan calmar a su bebé durante el viaje.

La niñofobia está haciendo que en muchos espacios de ocio se vete ya la entrada a menores. No obstante, con ello, se prohíbe la entrada también a sus padres. Es algo sobre lo que reflexionar.
Queda claro, sin duda, que en materia turística cada empresa puede ofrecer el servicio que desee, y si una persona desea pasar sus vacaciones sin ver ni escuchar a un niño, merece todo nuestro respeto.

Un niño feliz es un niño que corre, que grita, que llama nuestra atención

Los niños desean tocarlo todo, experimentar, sentir, reír, aprender… Si les obligamos a callar, a no llorar, a hablar bajito y a no moverse de la silla, lo que tendremos en realidad son criaturas temerosas que no se atreverán a explorar.

Los niños, cuando lloran, se atienden, no se censuran ni tampoco se obvian. Si un niño quiere tocar algo lo protegeremos de que no se haga daño, pero es necesario fomentar su conducta de exploración, de curiosidad, de interacción con su medio.


PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

CORTAR CON PATRONES FAMILIARES Y SOCIALES ES SALUDABLE PARA NOSOTROS MISMOS, LA FAMILIA Y NUESTROS HIJOS.

Todos, de algún modo, hemos sido cautivos de esa red invisible que tejen los mandatos familiares, heredados de generación en generación. Se alzan como una conciencia invisible, como el alma de un legado donde hay ciertas cosas que uno debe aceptar sin cuestionarse. De hecho, así lo hacemos durante nuestra infancia. Hasta que de pronto algo despierta en nosotros, dado que esos códigos y obligaciones encubiertas nos hacen cautivos de un plan de vida no elegido.

Cada familia es como un clan. Es una dimensión dinámica y tremendamente compleja donde se integra un legado emocional, un pasado, creencias, represiones y, por supuesto, “mandatos” familiares. 

Viktor Frankl, célebre neurólogo y psiquiatra austriaco, escribió en su libro “The Doctor and the Soul” que la única cosa peor que el sufrimiento, es que el propio sufrimiento se vaya sin testigos. De ahí el valor de la familia como primer círculo de recuerdo, de heredera de ese legado.

Esta idea es cierta, sin embargo, si ese sufrimiento se envuelve con el rencor, podemos concebir un mal legado. Porque lo más probable es que genere como principal mandato la desconfianza.

LOS MANDATOS INCONSCIENTES QUE NOS MOLDEAN CADA DÍA

Un mandato es algo más que obligación implícita de ir a comer todos los domingos con nuestros padres. Hablamos ante todo de esos esquemas de pensamiento que son gran parte de nuestro castillo emocional. Es parte de esa psicogenealogía que muchas veces actúa como auténtico impulso vital del crecimiento.

Frases como “no puedo equivocarme”, “debo controlar mis emociones”, “de las personas hay que desconfiar” o “si no me dan la razón es porque no me quieren”, definen esa impronta. Porque lo creamos o no, la huella de cada uno de esos mandatos intergeneracionales se inscriben a martillo y cincel en lo más hondo de nuestra personalidad.

Las creencias más significativas y determinantes se adquieren en la infancia a partir de las relaciones con nuestra familia. Ahora bien, existe, a su vez, un concepto aún más complejo. Autores como Aaron Beck, nos recuerdan que parte de estos esquemas tienen a su vez un componente genético. 

Según un estudio publicado en la revista Nature Neurosciencie, nuestro ADN transmite información de experiencias de estrés y miedo heredadas de generación a generación. También se habla del peso de la herencia epigenética y su influencia en los genes de los hijos.

Ahora bien, hemos de tener claro un aspecto. La predisposición genética no determina nuestra personalidad, solo nos predispone. Sin embargo, si al peso de los genes se le añade la continuidad de unos mandatos, de unos valores, pautas y dictados puede establecerse sin duda un ciclo continuo de refuerzo recíproco.

CÓMO ROMPER CON LOS MANDATOS FAMILIARES

Romper con los mandatos familiares no es precisamente fácil. Son muchas las culturas y los países donde el peso de la familia condiciona y predispone. Cuestionarla es casi como un sacrilegio a los cimientos de la propia sociedad. De hecho, tal y como dijo Albert Einstein en una ocasión, “es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto”.

En la actualidad, está en auge la llamada psicología transgeneracional (terapia con la que cuenta nuestro equipo Psicología Infantil y Adolescencia). Se trata de una modalidad terapéutica donde se ahonda en el árbol genealógico para prevenir patrones repetitivos del pasado en el presente. Así mismo, se le ayuda a la persona a tomar conciencia de las dinámicas imperceptibles que ha podido heredar y que frenan su crecimiento, su felicidad.

No obstante, más allá de estos enfoques, nunca está de más tomar conciencia en nuestro día a día de ciertos aspectos que pueden ayudarnos también a romper con estos mandatos.

CLAVES PARA CORTAR LOS MANDATOS FAMILIARES

Hemos de entender los mandatos familiares son como un contrato que no hemos firmado. Podemos asumirlos si nos enriquecen personal y emocionalmente, o podemos, sencillamente, no firmarlos. No asumirlos.

  • Un mandato es una constelación de códigos verbales y no verbales que debemos saber descodificar. Nosotros mismos integramos muchos esquemas de pensamiento que es necesario cuestionar. La revolución para llevar a cabo esta liberación debe empezar por nosotros mismos.
  • Ahonda en tus contratos intelectuales. Ideas como “soy torpe” o “no debo defraudarles” son como las “ideas irracionales” que nos describió Albert Ellis. Son las raíces de emociones disfuncionales que hemos de corregir.
  • Empieza a cuestionar esas frases tan comunes que se escuchan en muchas familias. Expresiones como “esa pareja no te conviene”, “en esta casa somos todos de tal partido político, de tal religión, de tal equipo deportivo” o “estudiar eso es una pérdida de tiempo, hacer lo otro es una tontería…” Son códigos que invalidar, que empezar a derribar en nuestra mente.
  • Ser familia no implica una lealtad devota, solo por compartir la misma sangre. No si nos imponen un destino. No si ser uno mismo tiene consecuencias y nunca si esas dinámicas nos someten a una suerte de ciclo infinito de infelicidad.
A veces, desafiar y romper los mandatos del clan familiar es mucho más que una obligación: es una necesidad. Es el derecho y el deber a reafirmar la propia integridad personal para que no se vea comprometida nuestra identidad.

PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

"ABRAZOS" (Cortometraje)


 Este es un cortometraje alemán ganador de un festival de cortos en Europa.

Tiene un componente reflexivo muy importante. El poder del abrazo es una de las demostraciones de amor que más hacen falta en la vida personal de cada ser humano. Su energía y fuerza se irradian en cada acto y pensamiento posteriores. Y más energía de este tipo, conciliatoria, lleva sin duda a Comprender mejor al otro, con la esperanza de ayudar a disipar el miedo y la desconfianza que hacen del mundo un lugar muy hostil para vivir.

Pensar que sólo con el poder de un abrazo puede ayudarse al mundo a comprenderse y equilibrarse mejor, quizás parezca ingenuo, pero no lo sabemos. Como lo plantea la historia en el vídeo, tal vez si abrazáramos todos los días a todos aquéllos que en gran parte están conduciendo el destino de los países y el mundo, seguramente algo cambiaría de forma radical para siempre.

Muchas veces, el que más parece querer aislarse del resto y/o imponer su voluntad arbitraria e impiadosamente, es quien en el fondo está pidiendo deseperadamente que alguien le enseñe a amar al otro, incluyéndose aquí la idea de primero poder aceptarse y amarse a sí mismo para después valorar a los demás.

PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

TIPS PARA AUMENTAR LA AUTOESTIMA EN TUS HIJOS

La infancia, la adolescencia y la juventud son etapas de desarrollo y cambios en las que, a menudo, los hijos son muy vulnerables a la presión que ejerce el entorno sobre ellos, la cual afecta de manera negativa a su autoestima.

En este artículo te facilitamos algunos tips para que puedas ayudarles a gestionar estos sentimientos de infravaloración para que puedan convertirse en personas emocionalmente inteligentes.

 

1. TOMAR CONCIENCIA

Muchas veces no somos conscientes de que nosotros también contribuimos, en cierta medida, a poner demasiado en evidencia algunos detalles la falta de autoestima recurrentes de nuestros hijos, sin darnos cuenta de que a ellos les resulta muy difícil superarlos.

Ayúdales a reconocer que están equivocándose en esa percepción de ellos mismos y hazlo de manera comprensiva y paciente. Evita hacerlo justo en el momento en que esté sucediendo para hablarle con serenidad. La clave es que ellos mismos aprendan a detectar cuándo y por qué les sucede.

2. LO QUE HAY DEBAJO

Debajo de la falta de autoestima se esconde una necesidad de ser lo que no se es. Es importante diferenciar las cosas que pueden y deben cambiar, como son cuestiones de la personalidad, de las que no van a poder modificar, como pueden ser aspectos físicos, familiares, escolares, etc.

Todo aquello que nuestros hijos puedan cambiar debemos presentarlo como retos, sin ejercer ninguna presión adicional sobre ellos. En cambio, deberán asumir aquello que no pueden cambiar y aprender a convivir con ello.

 

3. LA INFLUENCIA DE LOS AMIGOS

Los amigos de nuestros hijos suelen influir mucho en su autoestima, ya que son referencias muy importantes para ellos. Lo más habitual es que se resalten las cosas negativas, de manera que proponemos un juego para que puedan realizar con el grupo de amigos, a modo de terapia rápida y sencilla.

·    Cada uno de ellos deberá decir lo que menos le gusta de él mismo en voz alta y siguiendo la ronda. 
    
    En segundo lugar, todos irán diciendo lo que más les gusta de cada uno de ellos, tanto de cuestiones físicas como psicológicas.
Este juego tiene una finalidad constructiva, ya que anima a quien participa a sincerarse sobre uno mismo y los demás. Además, a menudo los hijos se sorprenden al conocer todo lo que sus amigos admiran de ellos.


4. APRENDER Y MEJORAR

Lo fundamental para que nuestros hijos puedan ser personas emocionalmente estables consiste en animarles a aprender en el sentido más amplio. Aprender de la vida, a ser personas autosuficientes y capaces, e imitar el ejemplo de otras personas.

A soltarles, en definitiva, para que puedan errar, ya que en la mayoría de los casos, su falta de autoestima se debe a nuestra inseguridad, la cual les transmitimos cada vez que les impedimos arriesgarse a actuar por ellos mismos.

5. SOLTARLES PARA QUE VUELVAN

Desde el momento en que tomemos la decisión de darles más libertad para que se arriesguen a tomar sus propias decisiones veremos cómo son ellos mismos los que se nos acercan a pedir consejo.

Ya no estaremos tan encima de ellos, por lo que se verán obligados a dar pasos en alguna dirección.

Si aciertan, tendrán la alegría y la satisfacción de haber obtenido ese resultado ellos solos. Si se equivocan, no podrán responsabilizar a nadie más que a ellos mismos del error, y aprender de ello.



PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

LA HIPERSEXUALIZACIÓN DE NIÑOS Y NIÑAS Y CÓMO EVITARLO

La “hipersexualización” es la tendencia a enfatizar el valor sexual de la persona por encima de cualquier otra cualidad que la defina. Esta tendencia se extiende a la infancia, acabando en muchos casos con ella (concursos de belleza de niñas y niños, desfiles de moda, cambios de imagen, atuendos para emular mini adultos).

La hipersexualización, en este caso, es la sexualización de las expresiones y del comportamiento de niñas y niños, la ropa, los juguetes, los videojuegos y los objetivos de vida que terminan erotizando su infancia. Esto representa un peligro y es que cabe la posibilidad de que aprendan desde muy chiquitas que el papel de la mujer es de objeto sexual (principalmente las niñas), y de asumir roles que no corresponden con su edad. En centros comerciales puedes encontrar ya el sostén con relleno para niñas desde la talla 6, programas de televisión que crean concursos de belleza infantil. Una forma más de violencia infantil que destruye la infancia, que acaba con la inocencia.

Es común que existan fiestas temáticas para niñas en las que se les organiza un mini spa, o un salón de belleza simulando manicura, pedicura, niñas con el cabello pintado, planchado, o usando tacones y maquillaje. ¿Y quién gana en este triste juego?, sin duda el mercado de consumo.

Hoy en día, los niños y, sobre todo, las niñas están siendo utilizadas y “sexualizadas” como medio para vendernos a los adultos y a ellas mismas, todo tipo de productos, desde sopas y coches, hasta muñecas, videojuegos, ropa, joyas y casas. Se está exponiendo a nuestros hijos y sobre todo a nuestras hijas como “mercancía sexual” y eso en un mundo donde los abusos a menores aún es moneda común en muchos lugares, es un hecho extremadamente grave y peligroso.

La consecuencia a veces se traduce en mujeres frágiles, con baja auto estima, con una falsa idea de la belleza, con valores confusos sobre el cuerpo, extremadamente vulnerable, inmersa en una batalla constante consigo mismas.

El culto al cuerpo, a la apariencia por encima de todo, es una triste referencia errónea sobre el valor de las personas. Estamos llegando a un punto en el que las personas dejan de tener valor si no tienen una apariencia deseable, en la mayoría de los casos apariencias basadas en cuerpos imposibles y falsa belleza, todo intervenido, modificado, exagerado, disminuido, no natural, porque lo natural no es aceptable. 

Lo que favorece la hipersexualización de niñas y niños es:
  • ·  Medios de comunicación nos ofrecen una imagen de la mujer exageradamente sexualizada. En la publicidad, series, programas, e incluso las muñecas exhiben modelos de mujer maquilladas, con ropa exagerada, que persiguen un único objetivo: ser populares y llamar su atención. Pero los medios aún dan un paso más y nos muestran a las niñas actuando, vistiendo, hablando como mujeres adultas en miniatura.
  • La familia. Muchas mujeres han asumido pasivamente, sin darse cuenta, sin quejas, su condición de objeto, han aprendido que han de ser atractivas, que han de ser sexualmente atractivas. Estas mujeres son madres, hermanas, tías, abuelas, etcétera, que se convierten en modelos a imitar por las niñas. Y es así como desde la familia se transmite el patrón de hipersexualización.
  • Maquillar a las niñas (aunque sea a modo de juego y con pinturas para niñas), vestirlas con ropa no apropiada a su edad, escotes exagerados, alentar coqueteos con otros niños o adulto, y todo aquello que salga del lenguaje y quehaceres infantiles.


Hay muchas cosas que podemos hacer para evitar caer en la hipersexualización de nuestros hijos.  Algunos consejos:
  • Analizar nuestros propios valores y principios, aquellos que estamos transmitiendo a nuestros niños y niñas. Lo que hacemos y decimos, sí que es cierto que no seremos el único modelo que reciban, pero si somos un modelo libre del patrón de hipersexualización estaremos ofreciéndoles otra alternativa, estamos dándoles otra opción.
  • Dosificar los medios y comprobar que los contenidos a los que acceden son apropiados para su edad.
  • La comunicación. Es importante tanto explicarles como escuchar sus interpretaciones y creencias.
  • Transmitir valores más humanos, como la colaboración, el amor, el respeto, la compasión, la inclusión, la tolerancia, el valor de la persona como algo más que los adornos y el atractivo físico.
  • El desarrollo de un auto-concepto completo: cuerpo, mente, espíritu.
  • La comprensión de algo muy lógico: cada persona es única y diferente, las personas somos heterogéneas y nuestra belleza se encuentra en nuestras diferencias y en nuestra actitud.

Fuente: /la-hipersexualizacion-de-ninos-y-ninas-y-como-evitarlo/


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COMPORTAMIENTOS POCO APROPIADOS DE LOS QUE NO SON CONSCIENTES LOS PADRES.

Cuando nacen, los niños no vienen con un manual bajo el brazo que nos enseñe a ser los mejores padres. Sin bien, los padres siempre intentan educar a sus hijos lo mejor que saben y pueden, muchas veces, caen en ciertos comportamientos que repercuten negativamente en su desarrollo.

Aunque no lo creamos, las buenas intenciones por sí solas no bastan. Es necesario que hagamos autocrítica y que sepamos identificar todos esos comportamientos tóxicos que pueden afectar a los hijos.

Más que nada, porque pueden afectar a su autoestima y provocarles graves problemas en el futuro. Pero… ¿Son los padres culpables de estos comportamientos? No. A veces simplemente están “copiando” todo aquello que le vieron hacer a sus padres porque no existe ninguna asignatura que nos enseñe a ser padres.
Es algo que aprendemos con la experiencia.

Abordaremos, entonces, aquellos comportamientos con los que, tal vez, te podrías sentir identificado.

1. Eres hipercrítico

En muchas ocasiones no somos capaces de identificar lo crítico que llegamos a ser con los hijos. Es bueno señalar los errores, porque esto ayuda al cambio y a que el niño se dé cuenta de dónde falla. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que las críticas continuadas no hacen ningún bien. Ser excesivamente crítico puede provocar inseguridades en nuestros hijos y hará que ellos mismos desconfíen de sus propias capacidades y habilidades.

2. Castigas las emociones negativas

Solemos distinguir entre emociones positivas y negativas, cuando muchas emociones negativas son realmente positivas. El miedo, por ejemplo, puede salvarnos la vida en más de una ocasión. Es por esto por lo que debemos permitir a nuestros hijos que expresen sus emociones, que lloren, que muestren su tristeza, que si tienen miedo lo manifiesten. La represión nunca será buena porque, tarde o temprano, toda esa represión saldrá por algún lado.

3. Decidir por ellos

Los niños son niños, pero eso no significa que no puedan tener ni voz ni voto. Es cierto que hay determinadas decisiones en las que los padres tienen que intervenir, pero en otras ¡no es necesario! Permitirles a tus hijos tomar las decisiones que puedan tomar fomentará su seguridad y no provocarás todo lo contrario.

 

4. Inculcarles miedo

Los niños deben vivir en un ambiente de seguridad y confianza, no en uno donde el miedo esté continuamente acechándoles. Los niños necesitan cometer errores, explorar y empezar a experimentar la vida. Si tienen miedo, se convertirán en personas inseguras y temerosas hasta de sí mismas.

 

5. Ellos no tienen la culpa

A veces, los padres descargan sus frustraciones con los hijos haciéndoles sentir culpables de cosas de las que no son responsables. Esto puede ocasionarles un gran problema el día de mañana, en el cual el sentimiento de culpa lo llevarán ya interiorizado. Nadie debería hacer sentir culpables a los demás, y menos los padres a sus hijos.

 

6. El amor no tiene condiciones. Este es un grave error en el que los padres caen sin darse cuenta. El amor de los padres por los hijos no debe tener condiciones, no debe depender de los logros o de los comportamientos que tengan los niños. Esto solo originará que sientan que no merecen ser amados y es algo que cargarán siempre a sus espaldas.


7. No poner límites.

A veces sucede cuando tenemos varios hijos o, simplemente, no tenemos intención de ponerles tantos límites. Esto es un error. Los niños necesitan límites que les permitan estar a salvo del mundo que están descubriendo. Los límites son positivos, pues sin ellos pueden empezar a desarrollar un comportamiento negativo y desafiante.

Si te has sentido identificado como padre con algunos de estos comportamientos tóxicos, o si has visto a tus padres identificados en ellos, es importante que modifiques estos comportamientos.

Estamos formando a personas que tendrán que vivir en este mundo y relacionarse. Todos estos comportamientos no les facilitarán la vida, sino que se la harán aún más difícil.



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