Muchas veces
nos hemos sentido estresados, agotados, extenuados; es más, de pronto parece
ser un estado habitual en nosotros, desatando un círculo vicioso apenas notamos
el vertiginoso pasar del tiempo. Y así, el cansancio se transforma en malestar,
un habitual malestar que terminamos normalizando, a sabiendas que no es propio
de nuestra naturaleza sentirnos mal.
Sumado a la fatiga
o falta de energía, el Agotamiento
Emocional trae consigo la sensación de
que los recursos emocionales se han agotado. Esto puede
darse en conjunto con sentimientos
de frustración y tensión,
en la medida
que ya no se
tiene motivación para seguir lidiando
con el contexto. La persona se siente desgastada e incapaz de
recuperarse. Cuando despierta en las mañanas carece de la energía para
enfrentarse a nuevos
proyectos, sintiéndose como si no
hubiese dormido en absoluto. Este cuadro es la primera
reacción a las demandas estresantes del contexto, reacción a modo de alerta,
una defensa del cuerpo y la psique, es decir, el primer intento para sobrevivir
al síntoma. Este más que un síntoma, es percibido como un mecanismo de
protección, que más que una simple alarma, como lo fuese el estrés, éste
mecanismo va más allá, pues obliga a la persona a detenerse, a paralizarse.
El agotamiento
no es simplemente experimentado, sino que gatilla en las personas la
necesidad de realizar acciones
para distanciarse emocional
y cognitivamente de todo cuanto le rodea, presumiblemente como una forma de lidiar con la
sobrecarga.
Esto se caracteriza por dejar a las personas sin recursos, ni
energías y con la sensación de que no puede ofrecer nada más, manifestando
síntomas físicos y emocionales. Aparecen
manifestaciones de irritabilidad, ansiedad y cansancio que no se recuperan con
el descanso.
Lo que antes era importante y significativo,
se vuelve desagradable, insatisfactorio y
carente de significado. La energía se convierte en
fatiga, el compromiso en cinismo y la efectividad en inefectividad y sensación
de no lograr lo propuesto (Maslach y otros, 1997).
Agotamiento emocional, se refiere a la disminución y pérdida de
recursos emocionales, manifestándose tanto en la salud mental como física
de la persona.
Nuestros
recursos emocionales, en cambio, son
aquellos que se manifiestan frente a situaciones percibidas como problemáticas o generadoras de estrés, los asociamos a los conceptos de capacidades y de fortalezas.
Cada uno de nosotros cuenta con diferentes recursos emocionales, los que dan cuenta de nuestro repertorio y bagaje emocional; los vamos desarrollando a través de las diversas experiencias, las cuales nos permiten reconsiderar e implementar las propias estrategias para el manejo de situaciones desafiantes. de este modo, al hablar de recursos emocionales, nos referimos a aquellos elementos internos que se nos presentan como protectores de nuestra salud mental y bienestar psicosocial.
La vida nos pone a prueba, sin embargo, la capacidad de crecer y comprendernos, a partir de estas pruebas, son, en definitiva, nuestra posibilidad de desarrollar nuestros recursos emocionales, es decir, nuestros escudos y armas frente a los desafíos.
1).- Autoconocimiento emocional o
conocimiento de uno mismo, que implica la base de muchos de nuestro equilibrios. Refiere al
grado de conocimiento que tenemos de nuestro propio mundo interior.
2).- Conciencia de uno mismo,
como la capacidad de reconocer un
sentimiento en el mismo momento en que aparece, estar atentos a nuestros
estados de ánimo y reacciones (pensamiento, respuestas fisiológicas, conductas
manifiestas...) y relacionarlas con los estímulos que las provocan;
3).- Autorregulación emocional, que implica
tener conciencia de nuestras emociones para aprender a regularlas,
equilibrarlas, sin reprimirlas -ya que tienen una función-. La capacidad de
tranquilizarse uno mismo es una habilidad vital fundamental;
4).- Motivación intrínseca, que es la fuerza
del optimismo, imprescindible para conseguir metas importantes. Está
relacionada con diversos conceptos psicológicos como el control de impulsos (capacidad de resistencia a la frustración,
de aplazar la gratificación), la inhibición de pensamientos negativos (para
afrontar con éxito retos vitales), el estilo atribucional de éxito y fracaso,
5).- Autoestima, que por un lado,
refiere a la propia expectativa de autoeficacia; y por otro lado, refiere a la
estima que tenemos de nuestro propio ser, en sus diferentes fundamentos
6).- Empatía, que se traduce como
es la experimentación del estado emocional de otra persona; la capacidad de
captar los estados emocionales de los demás y reaccionar de forma apropiada
socialmente.
Estamos dotados de un gran repertorio de herramientas que protegen nuestro bienestar, sobretodo, la capacidad de autoconocernos, que es, en definitiva, nuestra mayor fortaleza.