EFECTO PIGMALIÓN Y NUESTRAS EXPECTATIVAS

En psicología se denomina “profecía autocumplida” a la expectativa basada en una creencia errónea que nos lleva a actuar de una forma que termina logrando que la expectativa se vuelva cierta. Por ejemplo, una persona cree que todo cuanto hace le sale mal. De este modo, su expectativa de rendimiento hará que todo lo que realice sea con desanimo, bajo entusiasmo y con poca atencionalidad, finalmente, el producto será “algo sin resultado positivo”. Por lo tanto, confirmará su creencia de que todo le sale mal, fortaleciendo aún más esta creencia sobre sí mismo.
El efecto Pigmalión es un tipo de profecía autocumplida. En este caso, involucra a la expectativa (positiva o negativa) que tenemos sobre una persona. Dicha expectativa, nos hace actuar inconscientemente de un modo particular condiciendo lo que esperamos de esta persona; en otras palabras nuestros gestos, actitudes y verbalizaciones lo reflejarán e influirán directamente en su comportamiento. A modo de ejemplo: una persona A cree que una persona B es inteligente; de ese modo A tratará a B como inteligente; B se sentirá inteligente y, por lo tanto, es altamente probable que B desarrolle mayores competencias cognitivas, pues la creencia de A ha influido positivamente en B.

                   Por supuesto que hemos incluido un ejemplo que refiere a la expectativa positiva, sin embargo, el efecto Pigmalión también influye cuando lo que creemos de otro es negativo. Al creer que nuestro hijo no es “bueno” para las matemáticas, nuestra real expectativa sobre su desempeño matemático es negativo. Y aunque le verbalicemos: “tú puedes”, “te irá bien”, “ten confianza en ti”, nuestra conducta frente a su desempeño matemático estará influenciado por la expectativa baja que tenemos. Probablemente nuestro lenguaje no verbal y nuestras actitudes le harán sentir que no confiamos en que le vaya bien en matemáticas, y por lo tanto no le reforzaremos, aunque creamos lo contrario, su autoconfianza, como tampoco le propondremos desafíos o estímulos, pues, en el fondo, no los creemos necesarios.

Ciertamente, el efecto Pigmalión, da cuenta de cuánto es posible influir en el comportamiento de otro, y por supuesto, cuánto de nuestro propio comportamiento ha sido influenciado por la expectativa de otro. Por esta razón, es necesario preguntarnos ¿cuál es la verdadera expectativa que tengo sobre mi hijo, mi pareja, mi amigo, mi alumno?, ¿de qué manera, con qué conductas estoy manifestando esta expectativa?.

           Si bien es cierto, esta teoría tiene su origen en estudios realizados por Rosenthal, R., & Jacobson, L. (1968) en el ámbito educativo, es, por supuesto, extensible a cada contexto, ya sea laboral, social y familiar.

           Una anécdota bastante explicativa se puede resumir de la siguiente forma: un establecimiento educativo contrata a una profesora informándole que el curso del cual se hará cargo es un “curso modelo”, con alumnos sobresalientes y disciplinados. La dirección del establecimiento, en conjunto con los especialistas en psicología educacional, determinaron falsear la información sobre el grupo curso, para provocar en la docente una expectativa positiva, pues en dicho curso no había estudiantes sobresalientes y la disciplina era muy perfectible.

           Tal como se esperaba, la docente trabajó con el grupo curso, creyendo en todo momento que estaba frente a alumnos sobresalientes, y por lo tanto, les propuso desafíos, estimuló sus fortalezas, expuso más contenidos de los esperados, planificó sus clases con metodologías y propuestas didácticas dinámicas y significativas…. Finalmente, las predicciones sobre la experiencia se cumplieron; el grupo curso se transformó en un curso “modelo”, pues fueron, por primera vez, tratados como tal.

           Es legible y necesario preguntarnos respecto a las etiquetas o expectativas que tenemos sobre nuestros cercanos; debemos recordar que no tan sólo nos expresamos con verbalizaciones conscientes, sino que, además, comunicamos nuestros pensamientos, sentimientos y opiniones con gestos y actitudes. 

           Por supuesto, es importante mencionar que las expectativas demasiado altas, también influyen en la conducta de las personas, ejerciendo presión, bloqueos, autoimagen sobrevalorada, entre otros; ciertamente, esto provoca un efecto contrario a lo esperado, suscitando desmotivación, desgaste emocional, estrés.



         Al preguntarnos sobre las expectativas y la influencia que tiene sobre las personas, es también importante recordar que no hemos venido a la vida para cumplir las expectativas de otros, como tampoco, un otro ha nacido para cumplir las nuestras.


Equipo Psicometacognición.

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