Todos los padres quieren tener hijos maravillosos.
Que de niños sean afables y de adultos se comporten como gente responsable y
útil para la sociedad. Sin embargo, se pone mucho más empeño en pensar ese
mañana que en sembrar sus bases durante el presente sobre el que caminamos.
Algunos padres piensan que cuando sus hijos son pequeños solo deben obedecer y
que de eso se trata la crianza.
El resultado es que cada vez tenemos más niños
inconformes y más adultos infelices. Cuando no hay criterio para la crianza
consistente, lógico y estable aumenta la probabilidad de que los hijos muestren
comportamientos rebeldes y/o herméticos. Quizás caprichosos, quizás
autoritarios y, en todo caso, inestables. No logran establecer un vínculo
afectuoso y estrecho con sus padres, sino que, por el contrario, viven en una
guerra sorda o abierta con ellos.
-Robert Braul-
Una de las partes más importantes de nuestra vida
es la infancia. Es allí donde se construyen los cimientos de una mente
saludable y de un corazón limpio. De este modo, algunas actitudes de los padres
dejan una huella para siempre: a veces positiva, a veces negativa, pero la
mayoría de las veces profunda. Estas son 5 de esas conductas que los hijos
pocas veces.
LOS HIJOS
JAMÁS OLVIDAN EL MALTRATO
Ninguna relación es perfecta y mucho menos una tan
intensa como la de los padres con sus hijos. Siempre habrá momentos de
contradicción o de conflicto y eso es algo perfectamente normal. Lo que cambia
es la manera de sortear esas dificultades y, lamentablemente, muchos padres
asumen, equivocadamente, que el maltrato es una herramienta para educar.
Puede que con el maltrato se logre intimidar a un
hijo para que haga exactamente lo que el padre quiere. Pero también esos malos
tratos se convertirán en el germen de la falta de autoestima y en una fuente de
rencor. Ponen al niño en una situación muy compleja: ama y odia al mismo
tiempo. También aprende a temer. El corazón de un niño es muy susceptible, y si
se hiere de manera constante con el tiempo se convertirá en alguien insensible.
EL TRATO QUE
SE LE DA AL OTRO PADRE
La relación entre el padre y la madre es el patrón
de que parte el niño para forjar una actitud frente a las relaciones de pareja.
Es muy probable que, consciente o inconscientemente, de adulto repita con su
pareja lo que vio en casa entre sus padres. Antes probablemnte lo repita con
las personas que quiere.
Piensa que los conflictos entre los padres generan
angustia en el hijo. Una de las posibles consecuencias será que se meterá en
problemas solamente para atraer la atención de unos padres, quienes no le
atienden porque están centrados en el
conflicto que mantienen. Además, disfrutará o no de las relaciones afectivas en
base a esos patrones aprendidos.
LOS MOMENTOS
EN QUE SE SINTIERON PROTEGIDOS
Los miedos de los niños son más grandes e
insidiosos que los de los adultos. Los pequeños no logran distinguir bien la
frontera entre realidad y la imaginación. Los padres son las personas en las
que más confían para obtener la sensación de seguridad que necesitan para
aprender y explorar lo desconocido. Así, si son los padres los que causan este
miedo van a sentirse totalmente desprotegidos.
Los padres deben escuchar con atención esos
temores, sin criticarlos, ni minimizarlos. Deben hacerles entender que no se
encuentran en peligro. Esto incrementará el sentimiento de seguridad de los
hijos y hará mucho más fuerte el vínculo de amor y de respeto con los padres.
LA FALTA DE
ATENCIÓN
Para un niño, el amor que le profesan sus padres
está intimamente relacionado con la atención que reciben de ellos. Para los
hijos no existen expresiones de afecto tales como trabajar más de la cuenta
para poder pagarle un colegio caro. Ellos no creerán que tú los amas si no
compartes tiempo con ellos para conocerlos y estar al tanto de su mundo.
Los hijos nunca olvidan que el padre o la madre les
regalaron una camisa verde, cuando habían dicho hasta la saciedad que quería
una morada o que prometió algo que jamás cumplió. Lo experimentan como una
suerte de abandono, como un mensaje que dice: “no eres suficientemente
importante”. Por eso quedará una huella de dolor en sus corazones.
LA
VALORACIÓN DE LA FAMILIA
Los hijos van a recordar siempre que su padre o su
madre fueron capaces de poner como prioridad a la familia en distintas
circunstancias. Los niños necesitan y disfruta de las celebraciones, no importa
si es con más o menos regalos. También para ellos es muy importante que el
padre y la madre tomen en serio la Navidad.
Si los padres ponen a la familia por encima de
todo, el hijo aprenderá el valor de la lealtad y del afecto. De adulto, también
será capaz de dejar de lado otros compromisos para ir a ver a sus padres cuando
ellos lo necesiten. Se sentirá compensado y tendrá mayor capacidad para dar y
recibir afecto.
Todas esas huellas que se imprimen durante la
infancia nos acompañan durante el resto de nuestra vida. Muchas veces
representan la diferencia entre tener una vida saludable mentalmente y una vida
plagada de conflictos. Una crianza impregnada de amor y cariño es el mejor
regalo que puede hacerle un ser humano a otro.
PSICOLOGÍA
INFANTIL Y ADOLESCENCIA
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