Tareas que deberían realizar los niños en el hogar según la edad.

Cuando llega el maravilloso momento en que nos convertimos en padres, nuestro mayor anhelo es llegar a ser buenos padres, pero a veces dudamos de nuestras capacidades e incluso de nuestras propias decisiones.

Sabemos que en algún momento nuestros hijos tendrán que bañarse solos, o tendrán que ocuparse de guardar sus pertenencias e incluso sabemos que deben aprender a realizar pequeñas tareas para colaborar en casa.

El punto es saber en qué momento podemos comenzar a enseñarles y a pedirles que realicen algunas pequeñas cosas con las que pueden ayudar y al mismo tiempo se nos plantea el interrogante de qué pedirles que hagan porque no sabemos a ciencia cierta si tienen edad suficiente para asumir ciertas responsabilidades.

En primer lugar, es importante pensar que todos vivimos en una sociedad en la que cada uno cumple un rol. Muchos padres asumen todas las tareas porque así “hacemos más rápido”. Pero en ocasiones, existen otras excusas que nos decimos a nosotros mismos como que los niños están cansados, o que no tienen edad suficiente para hacer algunas tareas o simplemente queremos evitar el conflicto que se puede generar ante la respuesta negativa.

¿CUÁL ES EL MEJOR MOMENTO PARA HACER PARTICIPAR A LOS NIÑOS EN LAS TAREAS DE LA CASA?

Pedirles que colaboren no debe generar ninguna culpa. Si somos conscientes de las limitaciones que la edad le pone a cada niño sabremos que no los estamos sobre exigiendo y que lo que les pedimos pueden realizarlo. Ellos deben aprender que las cosas no se hacen solas o por arte de magia y que a medida que nos vamos haciendo mayores las tareas en un “equipo” como es una familia, deben ser compartidas para que todos podamos gozar de momentos de descanso.

Si siempre repetimos a nuestros niños de 4 o 5 años: “eres muy pequeño, no puedes hacerlo”, cuando tenga 14 o 15 él mismo seguirá repitiendo que es pequeño y que no puede hacerlo.

Cada cosa a su tiempo. Los niños pueden asumir sus propias tareas personales como ordenar su habitación, hacer la cama, colocar la ropa sucia en el canasto de ropa para lavar, o lavar su taza después de la merienda.

Luego, pueden asumir otras responsabilidades que abarcan a toda la familia como poner la mesa, retirar los platos después de comer o lavar algunos de los ingredientes de la ensalada que vamos a preparar.

Aquí vamos a presentar una serie de ideas con algunas tareas que los niños pueden realizar de acuerdo a la edad que tienen. ¡Te sorprenderás con todo lo que son capaces de hacer!

NIÑOS DE 2 Y 3 AÑOS.

- Cepillarse los dientes (con un poco de ayuda).
- Abrir la canilla y llenar un vaso con agua.
- Guardar sus juguetes.
- Poner sus pañales sucios en el cesto de basura.
- Llevar cosas a la mesa.
- Lavar y secar sus manos.
- Poner su ropa sucia en el canasto de ropa para lavar.
- Vestirse (con un poco de ayuda).

NIÑOS DE 4 Y 5 AÑOS.
- Sacar sus juguetes de la bañera y vaciarla.
- Vestirse sólo.
- Llevar platos y cubiertos a la mesa.
- Poner su ropa sucia en el canasto de ropa para lavar.
- Recoger y guardar sus juguetes.

NIÑOS DE 6 AÑOS.
- Limpiar la mesa con un trapo húmedo después de cada comida.
- Colocar su plato y su vaso sucio en el lavavajillas.
- Lavar su cabello (con un poco de ayuda).
- Escribir y firmar sus tarjetas de Navidad.
- Colocar algunos artículos en el canasto cuando vamos de compras (incluso pueden cargar una bolsa liviana).
- Ayudar a sacar las bolsas de las compras del auto.

NIÑOS DE 7 A 9 AÑOS.
- Lavar el lavabo y la bañera.
- Retirar las malas hierbas del jardín.
- Buscar palabras en el diccionario.

- Lavarse el cabello.
- Prepararse un sandwich.
- Preparar el almuerzo que llevará a la escuela.
- Pasar la aspiradora.
- Redactar sus invitaciones de cumpleaños.
- Retirar los platos de la mesa y limpiarla.
- Ordenar su habitación y hacer la cama.
- Barrer el piso.
- Lavar el auto.
- Preparar su desayuno.
- Llenar y vaciar el lavavajillas.
- Doblar y guardar la ropa limpia.
- Ayudar a preparar la comida.
- Sacar la basura.
- Empezar administrar su dinero con supervisión de un adulto.
- Preparar su ropa y su mochila para el día siguiente.

NIÑOS DE 10 A 12 AÑOS:
- Cortar el césped.
- Limpiar el piso.
- Preparar comidas sencillas.
- Usar la lavadora y la secadora.
 - Hacer una lista de las compras y calcular cuánto dinero necesitará llevar.

¿CÓMO MOTIVAR A LOS NIÑOS?

En ocasiones, los niños quieren “ayudar” y empiezan imitando algunas de nuestras actividades. Recordemos que cuanto antes se le enseñe un niño a asumir algunas responsabilidades, antes incorporará el hábito de colaborar.

Si todavía no empezaste a hacer participar a tus niños de las tareas cotidianas, nunca es tarde para comenzar a hacerlo.

Pero antes, veamos algunos puntos a tener en cuenta:

- Pidamos que sea “nuestro asistente”: El juego siempre fue una buena forma de aprender y convertir a nuestros niños en “asistentes” puede ser muy motivador. Si estamos preparando la comida o doblando ropa, pueden ayudarnos trayendo los ingredientes o los utensilios o guardando las medias en un cajón.

- Evitemos los estereotipos: Si los niños quieren ayudar en la cocina o a lavar los platos y las niñas quieren aprender a cuidar el jardín o a clavar un clavo para colgar un cuadro, démosles la libertad de aprender, porque el objetivo es la participación más allá de la tarea.

- Asociemos placer con tarea doméstica: Muchas veces encontraremos resistencia en los niños cuando les pidamos que realicen una tarea doméstica (a veces incluso los mayores nos resistimos) y por eso, lo mejor es hacerlo dentro de un clima agradable. En primer lugar comencemos con “¿podrías ayudarme con…?” Y luego transformaremos el momento de trabajo en un momento de placer. Pongamos música, hablemos de cosas, hagamos bromas… Que las obligaciones en la casa no se transformen en un castigo sino en algo que podamos disfrutar. Generar un sentimiento favorable en torno a las tareas domésticas las harán más fáciles de realizar.

- Que las tareas de la casa sean un juego: Si por ejemplo queremos pedirles a nuestros niños que ordenen su habitación, podemos proponerles jugar “a la juguetería”. De esta manera, deberán ordenar los juguetes de manera tal que “los clientes” puedan verlos y elegir cuál comprar. Desde ya que tendremos que jugar algunos minutos y representar el rol de “comprador”; pero de esta forma la rutina de guardar los juguetes puede convertirse en un juego.

Otra opción consiste en establecer un desafío de tiempo. Esto puede ser más agradable para niños más grandes; y proponerles que cuenten cuantos juguetes pueden guardar en 30 segundos.

- Seamos pacientes: Desde el primer momento en que encomendamos una tarea nuestros niños debemos tener en cuenta que es la primera vez que lo hacen y que no lo harán con la misma eficacia y en el mismo tiempo que nosotros. Expliquemos la tarea que deben hacer en detalle y con paciencia y pidamos que hagan una cosa a la vez. Pensemos que cuanto más complicado sea lo que deben hacer y más se equivoquen, más se desilusionarán con el resultado y menos querrán volver a intentarlo.

- Agradezcamos de manera efusiva: Para los niños, realizar una tarea de ayuda a sus padres es también la oportunidad de pasar tiempo con ellos. Una vez que recibamos la ayuda se sentirá contento de haber colaborado, de haber sido útil y eso le dará ánimos para volver a hacerlo o aceptar nuevos desafíos. Agradecer con entusiasmo cada logro es una caricia para el alma de los niños.

- No “compre” a sus niños: Muchos padres cometen el error de dar dinero a sus hijos luego de que hayan ayudado en las tareas domésticas. Es importante entender tanto padres como niños que las tareas cotidianas que se realizan en una casa forman parte del trabajo que cada uno debe hacer para que una familia funcione. No debemos inculcar a nuestros niños la idea de que su ayuda merece un pago. Si bien a una determinada edad los niños pueden comenzar a administrar algo de dinero con supervisión de sus padres, este dinero debe ser entregado preferentemente un día determinado de la semana y explicar que precisamente se trata de una forma de que vayan aprendiendo a administrar cómo utilizarlo.

En casi todas las sociedades del mundo las mujeres somos las que cargamos con las tareas domésticas. Otro buen ejemplo es hacer que los maridos participen en estas actividades y que de esta manera sean del ejemplo que nuestros hijos quieran seguir. Ver a mamá y a papá trabajar en equipo casi no necesita de más explicaciones.

Hace millones de años, cuando los hombres comenzaron a poblar la Tierra nadie les enseñó cómo hacer ciertas cosas pero las fueron aprendiendo imitando a los animales e imitándose a sí mismos.

De la misma manera, hoy nuestros niños aprenden mucho más viendo lo que hacemos y no tanto escuchando lo que decimos.

Eduquemos con el ejemplo.

Fuente: http://saludable.guru/salud-tarea-hogar-ninos


PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

5 PRACTICAS PARA QUE TU HIJO SE AME A SI MISMO

Tus hijos llegaron al mundo amándose incondicionalmente a sí mismos. Para sostener esta conexión necesitan tu apoyo, porque tú eres su punto de referencia más importante. 
Estas 5 prácticas te ayudarán a ser ese espejo que tus hijos necesitan:
1.- Alto a la crítica
Apoya a que se acepte tal como es. La crítica lleva a la idea de que “así no soy/eres suficiente”. Todos tenemos espacio para crecer, pero criticar no lleva a hacerlo positivamente.
2.- Reconoce y elogia
La crítica destruye, el elogio construye. De hecho, nos auto construimos a partir de la experiencia de logro y de cómo reconocemos y expandimos esta experiencia a los diferentes ámbitos de nuestras vidas. Ayuda a tu hijo(a) a hacer esto.
3.- Apaga el pánico
Algunos adultos viven en el canal “Radio-Paranoia” todo el tiempo, transmitiendo “te vas a caer”, “no vas a poder”, “te vas a enfermar”… Esto le quita su poder personal. Deja de hacerlo. Aliéntalo a que experimente. Qué más da si se equivoca o se raspa.
4.- Prende el “te quiero”
Hazle saber que le amas, no asumas que con demostrárselo es suficiente. ¿Cuántas veces se lo dijiste ayer? ¿Cuántas veces se lo hiciste sentir? ¿Se fue a dormir arropado con tu amor?
5.- El espejo
Enséñale a decirse “te quiero” frente al espejo. Hazlo con él/ella. Que se diga en voz alta “_________ te amo” abrazándose y sonriendo.  Se trata de reconocerse sintiendo amor auténtico e incondicional. Al principio puede sentirse “raro” si es que no es un hábito, Hazlo una semana con tu hijo(a) todos los días, en la mañana y en la noche y ve cómo te va con esta práctica.
“Autoestima” es la medida del amor hacia uno mismo. Fomenta una autoestima sana y elevada, en ti y en los tuyos.
Fuente: NIños de Ahora
PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

5 PRACTICAS PARA QUE TU HIJO SE AME A SI MISMO

Tus hijos llegaron al mundo amándose incondicionalmente a sí mismos. Para sostener esta conexión necesitan tu apoyo, porque tú eres su punto de referencia más importante. 
Estas 5 prácticas te ayudarán a ser ese espejo que tus hijos necesitan:
1.- Alto a la crítica
Apoya a que se acepte tal como es. La crítica lleva a la idea de que “así no soy/eres suficiente”. Todos tenemos espacio para crecer, pero criticar no lleva a hacerlo positivamente.
2.- Reconoce y elogia
La crítica destruye, el elogio construye. De hecho, nos auto construimos a partir de la experiencia de logro y de cómo reconocemos y expandimos esta experiencia a los diferentes ámbitos de nuestras vidas. Ayuda a tu hijo(a) a hacer esto.
3.- Apaga el pánico
Algunos adultos viven en el canal “Radio-Paranoia” todo el tiempo, transmitiendo “te vas a caer”, “no vas a poder”, “te vas a enfermar”… Esto le quita su poder personal. Deja de hacerlo. Aliéntalo a que experimente. Qué más da si se equivoca o se raspa.
4.- Prende el “te quiero”
Hazle saber que le amas, no asumas que con demostrárselo es suficiente. ¿Cuántas veces se lo dijiste ayer? ¿Cuántas veces se lo hiciste sentir? ¿Se fue a dormir arropado con tu amor?
5.- El espejo
Enséñale a decirse “te quiero” frente al espejo. Hazlo con él/ella. Que se diga en voz alta “_________ te amo” abrazándose y sonriendo. OJO: no es nada más “chulearse”, va más allá. Se trata de reconocerse sintiendo amor auténtico e incondicional. Al principio puede sentirse “raro” (más para ti que eres adulto/a). Hazlo una semana con tu hijo(a) todos los días, en la mañana y en la noche y cuéntanos aquí mismo cómo te va con esta práctica.
“Autoestima” es la medida del amor hacia uno mismo. Fomenta una autoestima sana y elevada, en ti y en los tuyos.
PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

TUS HIJOS TAMBIÉN MERECEN QUE LES PIDAS PERDÓN

Son muchas las normas sobre educación que, de tanto repetirse, son consideradas verdades absolutas irrefutables. Son muchos los padres que jamás pondrían en duda la norma que dice que a la hora de educar a un hijo el padre y la madre no pueden jamás contradecirse y que consideran que pedir perdón a los hijos es un error porque sería un signo de flaqueza, y un padre que pretende ser un modelo de comportamiento para sus hijos, no debería mostrarse débil.

Vamos a hablar de ello, para explicar por qué hay quien dice que sí, que a los niños hay que pedirles perdón.

DEBE SER UN ERROR, PORQUE LOS PADRES DEBEMOS SER UN MODELO INFALIBLE
Así nos lo han dicho toda la vida, que los padres no pueden pedir perdón a los hijos porque si lo hacen les estarán mostrando que pueden equivocarse, porque perderán toda credibilidad y ya no podrán corregir a los hijos, al demostrar que no son infalibles. Al parecer hay un mandamiento no escrito que dice que "los padres nunca se equivocan", o al menos eso es lo que se supone que los hijos tienen que pensar.
Nada de pedir perdón a un hijo y nada de llorar delante de él, por el mismo motivo: seguir haciendo creer a nuestro hijo que somos perfectos, seguir dejando que nos tenga en un pedestal de admiración y que, en base a esa admiración, vayan creciendo, aprendiendo y modelándose para llegar a ser la mejor versión de nosotros.

PERO ENTONCES LES PEDIMOS QUE SEAN COMO UNA VERSIÓN FALSA DE NOSOTROS MISMOS
Creemos que nuestros hijos tendrán la oportunidad de ser mejores que nosotros, y para ello les enseñamos solo aquello que queremos que vean de nuestra personalidad. ¿Y esto no es positivo? Pues no mucho, porque en realidad no estamos siendo sinceros al omitir nuestra condición de persona humana que yerra. No es positivo ni tampoco justo.

Digo humano, porque aquellos que tienen humanidad también sufren y lloran. Ríen, disfrutan y hacen sin problema todo aquello que queremos que vean de nosotros, pero un ser humano también tiene malos momentos y llora, sufre y busca la manera de hallar soluciones. Y un ser humano también se equivoca porque nadie es perfecto y porque, de hecho, equivocarse no es siempre un signo de flaqueza, sino a menudo la muestra de que estamos avanzando: nadie ha logrado nunca nada importante sin haberse caído antes.

ENTONCES, ¿TENEMOS QUE MOSTRARNOS TAL Y COMO SOMOS?
Así es. Tenemos que poder reír delante de nuestros hijos y tenemos que poder llorar también delante de ellos, porque así sabrá que es normal sentir alegría y que es normal sentir tristeza. ¿Acaso no queremos que nuestros hijos nos expliquen qué les aflige cuando tienen un problema? Pues tienen que sentir que es posible sentirse mal y que pueden mostrarse a los demás en ese estado y hablar de ello. Si nosotros lo escondemos, si ven que nunca sufrimos, pueden llegar a pensar que ellos están "rotos", que son débiles o flojos por llorar, y empezarán a luchar contra esos sentimientos para evitarlos o para esconderlos.

No es que se pueda, es que se debe si sentimos que nos hemos equivocado. Pedir perdón es reconocer, con humildad y sinceridad, que los adultos, que los padres, también nos equivocamos. Que no somos infalibles y que a veces actuamos incluso en contra de nuestros principios. Y pedir perdón es la mejor manera de reconocer el error y de, en cierto modo, tratar de subsanarlo.

No es una debilidad confesa, es una enseñanza, porque así nuestros hijos sabrán que ellos también se van a equivocar, no una, sino muchas veces, y que lo correcto, lo que les dignifica, es saber reconocerlo, ser capaces de pedir perdón y buscar la manera de solucionar el daño.

Si en cambio nos mostramos, como muchos padres consideran que deben mostrarse, perfectos, sentirán de nuevo que ante un error deben mantenerse rectos y fuertes, que no deben mostrar debilidad, y en muchas ocasiones ni siquiera reconocerán el error cometido. Vamos, que muchos mentirán para intentar no decepcionarnos; negarán algo que a veces será evidente para evitar demostrarnos que han fallado en su intento de ser perfectos como nosotros. Y ningún padre quiere que su hijo mienta, ni que sienta que les está defraudando.

EL VALOR DEL EJEMPLO
Por eso lo importante no es lo que les digamos, sino lo que hagamos, cómo nos comportemos y cómo nos relacionemos con ellos. Si queremos tener hijos capaces de reconocer cuándo se han equivocado y lo suficientemente valientes como para pedir perdón, debemos nosotros ser un ejemplo en ese sentido y tenemos que pedirles perdón cuando consideremos que podríamos haberlo hecho mejor.

Si queremos, además, tener hijos capaces de buscar soluciones cuando se han equivocado, tenemos que demostrarles que nosotros también decimos eso de "lo siento, me he equivocado, ¿qué puedo hacer para solucionarlo?".

Y si queremos niños que sean libres de sentir, que no se avergüencen de sus sentimientos, que sean capaces de reír y de llorar y que nos expliquen cómo se sienten (tanto en nuestra relación con ellos como en su relación con otras personas), tenemos que mostrarnos tal y como somos, imperfectos, humanos, sensibles y comunicativos (y si no somos así, tratar de serlo).

Y no hay nada peor que pensar que no deberías tener esos sentimientos que tienes, porque niegas tus emociones, ni nada peor que esconderlas, porque si se niegan, no se solucionan.

ENTONCES, ¿PODEMOS PEDIRLES PERDÓN?.... PARA REFLEXIONAR

Fuente: http://www.cepvi.com/index.php/psicologia-infantil/articulos/tus-hijos-tambien-merecen-que-les-pidas-perdon


PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA 

EL EFECTO DEL DIVORCIO EN LOS NIÑOS

Conocer los diversos efectos que puede tener el divorcio en los niños puede ayudarte a manejar la situación de un modo que sea más fácil para ellos.

LOS PRINCIPALES EFECTOS:


Miedo al cambio. Los niños se enfrentan a una situación incierta, no saben si deberán ir a vivir a otro sitio, si perderán el contacto con ciertos miembros de su familia, amigos, o con alguno de sus padres o qué otras cosas pueden cambiar en sus vidas. Si hablas con ellos y les explicas los cambios que tendrán lugar les resultará menos estresante.

Miedo a ser abandonado. Los niños temen que si pierden un padre pueden perder también el otro. Pensar que pueden estar solos en el mundo es algo que asusta mucho a los niños.

Miedo a perder a otras personas. Pueden tener miedo de perder también a otras personas a quienes quieren, como abuelos, amigos, hermanos, o incluso mascotas. Los niños pueden estar también muy apegados al lugar en el que viven y la idea (real o imaginada) de tener que marcharse les crea ansiedad.

La tensión entre los padres. El nivel de tensión entre los padres aumenta bastante durante el divorcio y cuando éste es reciente; los niños pueden percibir esa tensión. Si además, los padres tratan de hacer que los hijos se vuelvan en contra del otro progenitor, estarán creando un gran estrés en ellos.

SIGNOS QUE INDICAN QUE LOS NIÑOS NO ESTÁN AFRONTANDO BIEN EL DIVORCIO

1. Agresividad y desafío. Los niños pueden estar más enfadados y reacios a cooperar de lo que suele ser habitual en ellos.

2. Intentar unir de nuevo a sus padres. Algunos niños piensan que de algún modo tienen la culpa de la ruptura. Estos niños pueden mostrarse rebeldes y portarse mal o bien tratar de portarse muy bien porque creen que así sus padres no se divorciarán.


3. Depresión y retirada. Pueden reaccionar con depresión, con deseos de estar solos, trastornos alimenticios, discusiones e irritabilidad o amenazas de suicidio.

PARA REDUCIR ESTOS EFECTOS:

1. Hablar con los hijos y explicarles que seguirán teniendo a ambos padres, que los dos los seguirán queriendo igual y explicarles lo que va a pasar, los cambios que deberán afrontar y que todo va a ir bien.

2. Tratarse con respeto. Los niños afrontan mucho mejor el divorcio cuando sus padres se tratan con respeto y tienen una actitud amable y cooperadora entre ellos. Incluso aunque estén enfadados o resentidos. Comportarse de manera civilizada entre los adultos ayuda a la estabilidad emocional del menor.

3. Seguir la rutina habitual. Los niños se sienten más seguros cuando existe una rutina en sus vidas. Por lo tanto, continúa con la rutina habitual, manteniendo los mismos horarios, tareas, etc.

***Existen ciertas señales que nos indican que necesitamos ayuda, esto es cuando se presentan manifestaciones que son intensas o tiene demasiada permanencia en el tiempo, afectando a la calidad de vida personal y de su núcleo familiar, siendo conveniente consultar a un especialista***


PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCA

LA IMPORTANCIA DE CONTROLAR LA TV, CELULAR Y COMPUTADOR EN LOS NIÑOS

El trastorno de déficit de atención afecta a un creciente número de niños, y abre el debate en torno a los sobrediagnósticos.

La atención es la ventana a través de la cual el cerebro se asoma al mundo que le rodea. Cuando el niño nace, apenas es capaz de dirigir su interés hacia el mundo exterior. Inicialmente sólo presta atención a sus propias sensaciones llorando cuando tiene hambre, sueño, frío o se siente solo. A partir de ahí comienza un largo viaje en el que el niño va aprendiendo que atender ciertos estímulos conlleva una serie de beneficios.

Así, el niño comienza a desarrollar una habilidad tremendamente compleja, que es la de controlar la propia atención y dirigirla no sólo a aquellos estímulos que se mueven, sino también a aquellos que están más quietos o son más aburridos. De esta forma crecerá siendo capaz de atender a su profesor, aunque el compañero de al lado esté haciendo ruido. Aprenderá a abstraerse con el libro que lee, aunque una mosca lo sobrevuele, y llegará a ser capaz de concentrarse al volante, a pesar de que la carretera sea una larga recta y su cerebro esté cansado.

Dominar la atención y ser capaz de eliminar otros estímulos que intentan distraernos es una habilidad que ofrece múltiples ventajas. Nos permite concentrarnos en lo que realmente queremos o deseamos, detectar detalles y matices que otros pasan por alto, aprender idiomas con más facilidad, persistir en nuestras metas hasta alcanzarlas o reducir los niveles de estrés.

Desde hace años vivimos un auténtico auge de un diagnóstico que provoca sufrimiento entre los más pequeños: el trastorno por déficit de atención (TDA). Desde los años setenta hasta 2010, el número de niños diagnosticados en Estados Unidos se multiplicó por siete. Desde 2000 hasta 2012, el número de recetas expedidas en Reino Unido para tratar este trastorno cognitivo se multiplicó por cuatro. Los factores que han provocado esta alza son muchos y complejos. Por una parte, la sensibilización de los pediatras ha hecho que se detecten con más eficacia. Por otra, la posibilidad de diagnosticarlo a partir de los tres años (en lugar de a los seis años) ha sido otro motivo para el aumento de la prevalencia.

Sin embargo, también hay otras razones que son más difíciles de entender. La más preocupante de todas ellas es el sobrediagnóstico: los expertos más alarmistas estiman que como mucho un 4% de la población infantil podría sufrir este trastorno y, sin embargo, la realidad es que un 10% de los niños en nuestro país tomarán medicación para el TDA en algún momento de su vida escolar.

Las razones que llevan al sobrediagnóstico parecen ser muchas. Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo de habilidades como el autocontrol o la capacidad para sobrellevar la frustración. Los colegios tienen menos paciencia con los alumnos difíciles o que no están tan motivados para aprender, en muchos casos presionados por los resultados académicos de la escuela en su conjunto.

También nos encontramos con la intrusión de las nuevas tecnologías en el cerebro en desarrollo de nuestros hijos. Desde los años ochenta sabemos que más tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol, peor desarrollo madurativo de la atención y mayores tasas de fracaso escolar. La razón es muy sencilla, cuando el niño juega, dibuja o interacciona con sus padres o hermanos, su cerebro debe dirigir la atención voluntariamente a aquellos estímulos o personas con los que interacciona. Cuando se sienta frente al televisor es la tele la que atrapa el interés del niño y hace todo el trabajo.

Por eso nos gusta ver la tele y engancharnos al móvil, no porque estimulen nuestro cerebro, sino porque nos entretienen, nos relajan. Hoy, los dispositivos móviles se utilizan para distraer al niño cuando se tiene que concentrar en terminar una papilla. Para entretener al niño cuando tiene que esperar en el pediatra. Para despistar al niño cuando tiene que esforzarse en ponerse el pijama al final del día. Con este tipo de estrategias parece sensato que el cerebro aprenda que cada vez que tiene que esforzarse, concentrarse o esperar quieto, tiene permiso para distraerse.

Sin lugar a dudas estamos educando niños menos pacientes, menos atentos y con menor capacidad de esfuerzo, reflejo de una generación de padres menos pacientes y que damos menos valor a hacer las cosas despacio.

Todo ello lleva a que muchos niños sean llevados a un especialista que observa en él todos los síntomas necesarios para el diagnóstico: poco autocontrol, distracción o falta de motivación. En el caso de muchos niños el diagnóstico y el tratamiento son acertados. Para muchos otros, creemos, el trastorno por déficit de atención es un estigma de una sociedad que va demasiado deprisa para educar despacio.

Algunos niños, con ayuda de sus padres, profesores o terapeutas van desarrollando habilidades cognitivas como un mayor autocontrol o paciencia que permiten reducir y compensar las dificultades atencionales. A medida que se hacen mayores suelen preferir y encajar bien en trabajos que les permiten moverse y hacer cosas diversas a lo largo del día.

Pero pueden seguir existiendo desafíos en la vida cotidiana. Muchos los encuentran cuando tienen sus propios hijos y la paciencia, el orden o la organización vuelve a ser un elemento adaptativo fundamental. Algunos adultos con dificultades de atención no experimentan ninguna dificultad en su vida cotidiana, otros se regulan gracias a la medicación y un tercer grupo sufre muchas de estas dificultades pero no tiene ni idea de que el origen esté en una alteración de sus procesos atencionales y ejecutivos, ni conoce cómo compensarlos.

***Existen ciertas señales que nos indican que necesitamos ayuda, esto es cuando se presentan manifestaciones que son intensas o tiene demasiada permanencia en el tiempo, afectando a la calidad de vida personal y de su núcleo familiar, siendo conveniente consultar a un especialista***

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/06/23/ciencia/1498213275_166491.html


PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

CÓMO DETENER EL LLANTO DE TU HIJA/O CON UNA PREGUNTA

De entre todos los sentimientos, la ira es el más complicado de dominar. Requiere de autocontrol y por eso los niños -carentes aún de las herramientas necesarias- son dados a protagonizar todo tipo de berrinches.

Si bien la técnica de la pregunta es efectiva, no es la mejor para abordar berrinches con niños muy pequeños, siendo más recomendable a partir de 5 años, ya que necesitaremos que los niños razonen con nosotros de acuerdo a su edad.

La técnica es sencilla, cuando la rabieta se desate porque un juguete se ha roto o algo no salga como ellos quieren, les miraremos a los ojos y de forma calmada preguntaremos:

“¿Esto es un problema grande, un problema mediano o un problema pequeño?”

Pensar en estos términos es algo mágico ya que el niño es capaz de medir la importancia del problema, buscar formas de abordarlo y resolverlo, dotándole de herramientas para su vida adulta.

Si el problema es pequeño, no le costará entender que puede resolverse con una acción muy simple. Por ejemplo, si tiene una rabieta porque no le has puesto el pantalón que quería, puede comprender que el problema es muy pequeño y solo debe ir al armario a buscar el que le guste.

Si es medio, le explicaremos que se puede resolver, pero necesitará tiempo. Por ejemplo, si el pantalón está sucio y no puede ponérselo, le ayudaremos a poner una lavada para que lo pueda usar mañana, resuelva el problema y aprenda a esperar el resultado.

Si es grande, grande desde el punto de vista de un niño, no debemos minimizarlo sino darle la importancia debida y ayudarle a aceptar que hay cosas que no podemos cambiar, o al menos, de forma inmediata.

Tras unas semanas de preguntas, veremos que nuestro hijo o hija comienza a clasificar los problemas fácilmente, y a resolver solo los más pequeños. Será el momento de felicitarles por su creciente autonomía.

Obviamente, esto es una técnica que dependerá de muchos factores y diálogos, pudiendo darse incluso alguna emboscada, esto es una clasificación errónea para forzarnos a complacerles. Es entonces cuando volveremos a sacar la “varita del raciocinio” para ir educando a nuestras pequeñas personitas. Al fin y al cabo, está es una aventura de aprendizaje mutuo.

***Existen ciertas señales que nos indican que necesitamos ayuda, esto es cuando se presentan manifestaciones que son intensas o tiene demasiada permanencia en el tiempo, afectando a la calidad de vida personal y de su núcleo familiar, siendo conveniente consultar a un especialista***



PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

MAMÁ, PAPÁ, ¿ESTAMOS SIENDO ASERTIVOS AL EXPRESAR LO QUE SENTIMOS?

La comunicación entre los seres humanos es vital, sentimos la necesidad de relacionarnos, de comunicarnos, de interactuar y de sentir que somos amados, de amar y de compartir nuestro destino, sin embargo, es precisamente la falta de comunicación o la incapacidad de manifestar lo que sentimos y pensamos, lo que comienza a generarnos problemas, que llegan incluso a convertirse en grandes problemas.

Cuando escuchamos las quejas de un niño, u observamos como manifiestan su molestia, nos damos cuenta de la dificultad que tiene para expresar ciertas emociones, se frustran, lloran y gritan, principalmente porque no les entendemos o simplemente porque no les brindamos el espacio adecuado para completar sus ideas, pues lo mismo ocurre con los adultos, en peor medida, pues lejos de tener la capacidad y las herramientas para poder expresarnos, no podemos hacerlo muchas veces.

La necesidad de manifestar nuestros pensamientos y sensaciones surge de que llegue al otro lo que deseamos trasmitir, sin embargo, cualquier falta de experiencia puede complicar las cosas y el no saber expresar lo que queremos comunicar, puede terminar en un verdadero mal entendido, nos frustramos al igual que los niños, quedan abiertas las malas interpretaciones y finalmente surgen los lamentos de los conflictos.

Para hacer llegar a la otra persona lo que deseamos manifestar, es necesario que tomemos algunas cosas en cuenta, en principio despojarnos de cualquier predisposición, pues no siempre es bueno o grato lo que queremos manifestar, en segundo lugar, debemos tener la serenidad necesaria para que puedan entendernos, si atropellamos nuestras palabras, difícilmente podremos hablar con claridad.

Luego es necesario que tomemos un instante para aclarar el pensamiento, si no tenemos claro lo que deseamos decir, no podremos hacerlo sentir, de manera que saber lo que se quiere comunicar puede ahorrarnos muchos inconvenientes a la hora de comunicarlo, pues la duda solo da paso a las controversias y a las interpretaciones.

Mira a la persona a quien te diriges, respira y habla fluidamente, sin prejuicios y sin adelantarte a los acontecimientos, sin esperar adivinar sus pensamientos o predisponerte a lo que va a responder o cual será su reacción, simplemente enfócate en trasmitir aquello que deseas, de manera limpia y clara, con la mayor sinceridad y con el espacio suficiente para aclarar dudas y evitar inconvenientes.

Quizá esto pueda parecerte un proceso muy largo antes de manifestar lo que sientes, pero es cuestión de segundos, de instantes previos antes de hablar, y nos permitirá manifestar de la mejor manera posible lo que deseamos transmitir, en lugar de causarnos problemas.

Muchas veces terminamos involucrados en situaciones inesperadas, incluso no comprendemos lo que ha ocurrido, pero si hacemos una revisión del hecho, nos daremos cuenta que probablemente el conflicto haya partido de la comunicación o más bien, de la mala comunicación y de la incapacidad de comunicarnos de la manera correcta.

Tener las herramientas para comunicarnos no es la única virtud que necesitamos para comunicar lo deseado, debemos tener la serenidad, el aplomo y la entereza de hablar sin herir, sin confundir y sin despertar interpretaciones, solo claro, simple y preciso.

Fuente: http://www.hoyaprendi.co/2017/06/24/aprender-a-expresar-lo-que-sentimos-nos-ahorra-muchos-inconvenientes/


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