El estrés que supone un conflicto entre los padres
pone en riesgo la salud de sus hijos. Existen trabajos científicos que alertan
de los daños que supone para los hijos ser testigos de peleas recurrentes en su
entorno familiar.
Un estrés continuo en un niño puede desencadenar
problemas en su desarrollo y rendimiento cognitivo. Lo que les supondría una
disminución en capacidades como la atención, la concentración y la resolución
de conflictos. En los hogares conflictivos, los niños tienen un mayor riesgo de
desarrollar este tipo de problemas.
Los hijos son las personas más vulnerables del
entorno familiar y es por ello que toda pelea o conflicto entre los padres
puede suponerles problemas de estrés. Enfrentamientos que afecten a su
comportamiento y a su desarrollo cerebral y cognitivo, según muestran los estudios
realizados al respecto.
Las discusiones entre las parejas son algo
habitual, ya que siempre se presentan desacuerdos y diferencias de opinión que
son generadores de disputas. El problema reside en cómo se abordan estos
enfrentamientos, si se hace desde el respeto o se tiende a resolver con peleas
de manera que una discusión se convierta en una batalla campal.
Las discusiones más conflictivas, sobre todo cuando
son frecuentes, dejan una huella desfavorable en los niños que las presencian.
Sin embargo, las discusiones que se hacen desde el respeto resultan ser
positivas para los niños, ya que se convierten en un modelo de cómo gestionar
un desacuerdo.
EL PELIGRO DE LAS DISCUSIONES
DELANTE DE LOS HIJOS
Los padres que tienen problemas por resolver han de
saber que sus hijos perciben esta tensión entre ambos. Es necesario procurar
resolver las diferencias en un lugar apropiado, al ser posible nunca delante de
los hijos, ya que estos se sienten culpables y frustrados ante la imposibilidad
de hacer algo.
Para evitar estas situaciones frente a los hijos, lo
adecuado es plantear los debates con más tensión lejos de la mirada curiosa de
los niños, sobre todo cuando el desacuerdo es anticipable o previsible.
Los
niños que presentan habitualmente fuertes disputas entre sus padres tienen más
dificultades para enfrentarse y responder ante las situaciones difíciles.
EL ESTRÉS QUE GENERAN LAS PELEAS
ENTRE LOS PADRES
El estrés que supone un conflicto entre los padres
pone en riesgo la salud de sus hijos. Existen trabajos científicos que alertan
de los daños que supone para los hijos ser testigos de peleas recurrentes en su
entorno familiar.
Un estrés continuo en un niño puede desencadenar
problemas en su desarrollo y rendimiento cognitivo. Lo que les supondría una
disminución en capacidades como la atención, la concentración y la resolución
de conflictos. En los hogares conflictivos, los niños tienen un mayor riesgo de
desarrollar este tipo de problemas.
Los
niños recuerdan estos hechos como historias desagradables en sus vidas, y esto
les perjudica a su vez en la regulación de sus propias emociones.
PROTEGIENDO
A LOS HIJOS DE NUESTROS CONFLICTOS
Si bien es cierto que las discusiones son
inevitables entre las parejas, también pueden regularse para que no resulten
violentas. Cuando el conflicto se convierte en una lucha, hablamos también de
una agresión para quien la presencia. Evitar este tipo de discusiones no solo
es recomendable sino que es totalmente necesario: por el bien de la pareja y
por el de los hijos.
Lo beneficioso y saludable en este caso es poder
dar ejemplo a los hijos a través de las diferencias y conflictos que se
presenten en la relación. Los niños pueden beneficiarse al tener un modelo para
resolver los conflictos de una forma adecuada. Valores como el respeto, la
comprensión, la escucha y la asertividad siempre tienen la oportunidad de entrar
en juego en una discusión.
Así, los conflictos y las discusiones, que resultan
inevitables en cualquier relación, pueden
convertirse en una oportunidad para dar ejemplo a los hijos de cómo han de
solucionarse los conflictos y de cómo se puede alcanzar soluciones a través del
compromiso y el respeto. De este modo, cuando la disputa se sale de tono es
conveniente pedir disculpas a los hijos y comprometerse a no volver a
repetirlo, ya que como hemos dicho antes esto supone una agresión para ellos.
Los
conflictos por lo tanto no siempre es algo que haya que evitar, lo importante
en este caso es el modo en cómo se discute. Ya que podemos transformar esta
situación en una oportunidad para que nuestros hijos aprendan a gestionar los
conflictos y puedan intercambiar opiniones sin llegar a la agresión y los
insultos.
PSICOLOGÍA INFANTIL Y
ADOLESCENCIA