MALESTAR DOCENTE O TEACHER BURNOUT

En el contexto educativo, especialmente en la actualidad,  se suscitan ciertas condiciones laborales que aumentan el nivel de tensión psicológica en el docente; cuya función está relacionada con una serie de situaciones que constituyen sobrecarga laboral, enorme presión, y en ocasiones, convertirse en receptores de agresividad por parte de padres y alumnos. La revisión de investigaciones relacionadas con salud mental de los docentes, nos muestra que esta sobrecarga de tareas unida a las frustraciones, insatisfacciones y a la falta de entendimiento con otros miembros de la comunidad educativa puede desencadenar en los profesores alteraciones como: fatiga, descenso de la concentración y del rendimiento, ansiedad, insomnio, trastornos digestivos, entre otros. Se evidencia en una investigación desarrollada por Casen (2000), en donde los profesionales de la educación chilena percibieron en un 65.5% un deterioro en su salud mental (INE, 2006). Además, Buzzetti (2005), halló que gran cantidad de profesores chilenos se encuentran afectados por el síndrome de Burnout.

Esteve propone un modelo para comprender el síndrome de Malestar Docente, basado en el enfoque psicológico (Burnout) (agotamiento emocional, despersonalización, falta de realización personal), y enfoque sociológico, en el que se interesa por los cambios “vertiginosos” aparecidos en los últimos tiempos. Para este modelo, “malestar docente” es un concepto que describe los efectos permanentes negativos que afectan a las condiciones psicológicas y sociales que afecta a quienes ejercen la docencia.

De acuerdo a un reciente estudio sobre la percepción de los docentes respecto a su trabajo (Rojas, 2015), los docentes manifiestan que actualmente se genera una exigencia de difícil comprensión desde las estructuras políticas y económicas, las cuales proponen directrices comportamentales arduas de responder, generando frustración. El Docente ha perdido la claridad respecto a lo que se espera de ellos, quedando así, expuestos a una serie de demandas y exigencias de la sociedad. Esto hace referencia a las “peticiones utópicas” que se proyectan en la educación, en este sentido, los problemas sociales pendientes se convierten en problemas que debe asumir la escuela.

Por otro lado, se percibe un aumento considerable de responsabilidades asignadas a la figura del docente, quien debe asumir estas demandas sociales, generando una sensación de sobrecarga y presión, pero también, una desfiguración y crisis en las definiciones de su rol. Esta crisis se acompaña de la percepción de desajuste entre esfuerzo y recompensa, alimentando la desmotivación y la falta de compromiso del docente. La jornada laboral se percibe exigente y el trabajo administrativo, excesivo, en cambio, la remuneración, precaria.

De este modo, las tareas se extienden ocupando gran parte del tiempo personal del profesor. El docente siente que esta intensificación laboral posee dos formas de manifestación: las exigencias de tipo cuantitativo, referidas a la sobrecarga de tareas, y las exigencias profesionales cualitativas, referidas al trabajo emocional. Estas exigencias relacionadas con su labor, en cuanto competitividad, productividad, capacitación constante, habilidades blandas, entre otras, se presentan en desequilibrio en cuanto a la relación esfuerzo y recompensa.

Sin embargo, existe un desequilibrio aún más significativo referido a la pérdida de la realización personal en el trabajo. Es así, como comienza a vislumbrarse nuevamente la incertidumbre como un elemento que desdibuja los sentidos y significados que cada persona debe configurar en torno a su labor. La construcción de sentido en el trabajo responde a la necesidad de encontrar un propósito no instrumental (recompensas materiales) en el quehacer que promueve bienestar y realización personal en el trabajador, porque encuentra en su entrega un sentimiento de trascendencia. En este sentido, la incertidumbre se apropia de una pregunta vital: ¿cuál es el producto social de la labor docente?, la incapacidad para responder a esta pregunta en algunos docentes provoca una crisis de los modelos de identidad del profesor sumado a los nuevos significados de la labor docente, que, a su vez, también traen incertezas debido a la diversidad de responsabilidades adquiridas, la ambigüedad de rol y la estandarización del trabajo docente.

En relación a esto último, la estandarización del trabajo docente se percibe como un factor que influye de manera significativa en la crisis de identidad respecto a la labor, debido a la diversidad de responsabilidades que debe asumir, pero que además, repercute negativamente en el autoestima del profesional, quien, debido a la intensificación de su trabajo, debe responder en un porcentaje alto de horas de trabajo lectivo (OCDE 2004a), dejando sólo un 25 % de su tiempo para el resto de las tareas exigidas. Es así como el docente termina percibiendo que su desempeño no cumple las expectativas, el cual, es a la vez, reforzado por la creciente desvalorización social percibida.

De acuerdo a la dimensión del modelo psicosocial del burnout, la baja realización personal en el trabajo, la percepción desvalorizada de sí mismo y la tendencia a auto evaluarse negativamente,  genera la terrible sensación de estancamiento, ineficacia, inadecuación. Esta dimensión es percibida por los docentes como la manifestación del síntoma más abrumador, puesto que se experimenta como una reclusión que limita para querer continuar. La incapacidad para reconocer logros en su contexto laboral, terminan minando las posibilidades de continuar desarrollándose y desempeñándose en lo que  hasta ahora había sido su profesión.
           
Otro aspecto que los docentes denuncian como elemento que provoca malestar, se encuentra en el significado que le otorga a su trabajo, considerándolo un trabajo precarizado, es decir, considera factores que describen las condiciones laborales precarias que incluyen, muchos alumnos por sala de clase, salas pequeñas, espacios físicos comunes, condiciones de incomodidad para comer o trabajar. Todos éstos repercutiendo en las complicaciones percibidas de las interacciones con el resto de los actores de su contexto educativo. La precariedad que le otorga a sus condiciones laborales, de acuerdo a Esteve, resultaría un factor de primer orden que incide en la aparición del malestar.

            Relacionado con la crisis en el significado de ser profesor, se encuentra la idea de una transformación en la organización del trabajo del docente. Como hemos mencionado, la profesión docente se encuentra en una crisis en el sentido de identidad, debido a los constantes cambios de enfoques pedagógicos, diversidad de funciones, ambigüedad en el rol, etc. es precisamente en estas transformaciones y cambios de enfoques en los que el profesor se siente disminuido, debido al casi nulo nivel de autonomía para tomar decisiones (la labor docente se muestra como una actividad con características técnicas, en la cual, el profesor sólo replica instrucciones propuestas). El nivel de autonomía percibido por los docentes consultados, responde a una sensación de ser invisibles, lo que continúa con la dimensión de baja realización personal en lo laboral.

            Por otro lado, el nivel de autonomía en el docente está propuesto desde las políticas educativas, que regula desde los instrumentos estandarizados y los planes y programas, limitando la posibilidad de innovar o construir nuevas estrategias, a partir de la reflexión pedagógica. Es decir, existe poco control sobre la propia labor, lo que provoca una sensación de “anulación”. Esto además, se condice con la presión de rendimiento estandarizado, la posibilidad para la verdadera reflexión pedagógica es casi nula debido al tiempo disponible.

            Existe una sensación de abandono al docente desde las estructuras de apoyo (Ministerio de Educación) debido que se percibe una invisibilización de los factores concretos que deterioran la salud de los docentes; los factores de riesgo son abundantes, lo cual al parecer, resulta ser una epidemia organizativa en la educación del siglo XXI, gestándose desde que surgen las transformaciones de los oficios y profesiones, a partir de la crisis del modelo de desarrollo del capitalismo industrial, al nuevo modelo de desarrollo entorno al capital financiero. Desde este punto, el apoyo percibido por los docentes, provienen del mercado de instituciones asesoras y capacitadoras y a fondos y proyectos específicos, pero no del Ministerio u otras estructuras gubernamentales.

            “Es normal sentirse mal…”, desde esta cita podemos extraer muchas conclusiones, básicamente porque refleja una desvalorización del sí mismo, lo que aparece como el resultado de un proceso en el cual el malestar comienza a manifestarse. La mayoría de los docentes percibe el agotamiento emocional (primera dimensión del Burnout), como una reacción de defensa del propio cuerpo y mente, es decir, el primer intento para sobrevivir al sistema. Este más que un síntoma, es percibido como un mecanismo de protección, que más que una simple alarma -como lo fuese el estrés- éste va más allá, pues obliga a la persona a detenerse, a paralizarse. “un bloqueo” de seguridad que cierra los flujos energéticos para seguir auto exigiéndose. De acuerdo a esto Maslach propone que las personas que desarrollan Burnout generalmente son personas muy autoexigentes y responsables, con altas expectativas de logro.

El docente refiere a la Despersonalización como un segundo mecanismo de defensa frente a la alta demanda percibida. Esta dimensión se refiere a una nueva forma de interactuar del sujeto, para imposibilitarse a la vinculación íntima con el otro. De manera automática, surgen formas despectivas de referirnos al otro. Como en el caso de algunos docentes: “los cabros”, “los críos”…

            La baja realización personal en el trabajo, se traduce en: “hacerse el muerto”, como un último recurso para sobrevivir al contexto que se ha tornado hostil. El anulamiento al que  refieren se puede interpretar como una forma de negar al yo para protegerlo: “me estoy haciendo la muerta”. Esta dimensión del Burnout es vivida por el docente desde la figura de lo obsoleto, lo extinguido.

            En este sentido, el malestar docente sería el mecanismo para enfrentar la incertidumbre, que, paradójicamente, es la causante del mismo malestar. Respecto a esto, el constructo de salud docente es percibido como una normalización en el sentirse mal en el trabajo, o incluso cuando se piensa en el trabajo. Es recurrente en el discurso una victimización en torno a su sensación de estado de salud: “vivo somatizando dolores”, “siempre me duele la cabeza”, “tengo manifestaciones del cuerpo”, “siento que no estoy bien”, “estoy estresada”, “no sé si pueda aguantar”, “me duele hasta el pelo”, “la cara se me contrae”.

De acuerdo al Dr. Aldo Meneses, de la Escuela de Gobierno y  Gestión Pública de la Universidad de Chile, afirma que en nuestro país prácticamente no existe material que profundice sobre el tema. Esto evidencia una de las falencias que existen para diagnosticar y prevenir el estrés laboral y en particular el Síndrome de Burnout.  Así mismo, hay escasas investigaciones del tema en Chile, y la mayor parte de ellas se refieren tan sólo al estudio de prevalencia del síndrome (Valdivia y otros, 2000; Barría, 2002; Carlotto, 2001; Ordenes, 2004; García y otros, 1999). 

Cabe destacar, que no existe una tipología clínica en los manuales de diagnóstico de enfermedades mentales, utilizados en Chile por los clínicos, los abordajes terapéuticos caben en estrés laboral o trastornos del ánimo, pero el diagnóstico propiamente tal no existe, es por ello que consideramos pertinente que se desarrollen estudios referentes al tema, que puedan permitir eventualmente la inclusión de una nueva tipología diagnóstica, inexistente hasta ahora.

El trabajo no debe ser un elemento de alienación, creemos firmemente que la satisfacción laboral es necesaria para que cualquier trabajador se entusiasme con la tarea y rinda, pero  sobretodo, sienta que es parte de algo que lo dignifica, lo realiza, lo desarrolla. En el caso de los educadores, el bienestar, además de fuente de salud y se proyecta sobre los alumnos y el proceso de aprendizaje de éstos.


 Paola Rojas Jara
Prof. Castellano y Filosofía
Psicóloga Clínica

MUNDO LABORAL Y SÍNDROME BURNOUT

Este síndrome se trata de una respuesta al estrés laboral crónico, una experiencia subjetiva que engloba sentimientos y actitudes con implicaciones nocivas para la persona y la organización.

Desde la perspectiva clínica, se describe como: "Sensación de fracaso y una existencia agotada o gastada que resultaba de una sobrecarga por exigencias de energías, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador". El autor afirma que el Burnout es el Síndrome que ocasiona la "adicción al trabajo".

Desde la perspectiva psicosocial se afirma que el Síndrome de Burnout hay que entenderlo primeramente como un proceso de respuesta emocional, situando los factores laborales y los organizacionales como condicionantes y antecedentes.

Desde la perspectiva psicosocial, es necesario diferenciar el síndrome de Burnout con el estrés crónico. Para establecer esta diferenciación exponemos que:

  1. Se puede estar estresada/o y seguir funcionando, aun cuando sea difícil. En cambio, cuando el Síndrome de Burnout aparece es necesario hacer cambios radicales en nuestra manera de enfrentar las tensiones.

  1. Así como el estrés es asociado a numerosas razones o causas, muchas de las cuales pueden pertenecer al ámbito de la vida cotidiana, las definiciones de Burnout están más vinculadas al mundo laboral.

  1. Otra de las grandes diferencias del estrés con el Burnout es que mientras el primero puede ser experimentado positiva o negativamente por la persona, el segundo es un fenómeno exclusivamente negativo.

Maslach y Jackson entienden que el Burnout se configura como "un Síndrome tridimensional caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal":

1.- Agotamiento Emocional: Se le describe como  fatiga o falta de energía y sensación de  que los recursos emocionales se han agotado.   Puede  darse en conjunto  con  sentimientos  de  frustración  y tensión,  en  la  medida  que  ya  no  se tiene motivación  para seguir  lidiando  con el trabajo. Las personas se sentirían desgastadas e incapaces de recuperarse. Cuando despiertan en las mañanas carecen de la energía para enfrentarse  a  nuevos  proyectos,  sintiéndose  como  si  no  hubieran  dormido  en absoluto. Este cuadro sería la primera reacción a las demandas estresantes del trabajo.

El agotamiento no es simplemente experimentado, sino que gatilla en las personas la necesidad  de realizar  acciones  para  distanciarse  emocional  y cognitivamente del trabajo,  presumiblemente  como  una forma  de lidiar con la sobrecarga. 
Esta dimensión  se caracteriza  por dejar a las personas sin recursos ni energías y con la sensación de que no puede ofrecer nada más, manifestando síntomas físicos y emocionales. Aparecen manifestaciones de irritabilidad, ansiedad y cansancio que no se recuperan con el descanso.

2.- Despersonalización: La  dimensión  de  Despersonalización  o  Cinismo  da  cuenta  del  desarrollo  de actitudes  negativas  e  insensibilidad  hacia  las  personas  que  se  atiende  y  a  los colegas  en el trabajo.  Esto deriva  en conflictos  interpersonales  y aislamiento.  El estilo del trato despersonalizado a las personas se basa en generalizaciones, etiquetas  y  descalificaciones,  como  un  intento  de  evitar  cualquier  acercamiento que  sea  desgastante. 

Esta dimensión se   refiere   a  la “deshumanización del individuo”, éste se torna cínico en cuanto a sus sentimientos hacia los clientes, compañeros  de trabajo y la organización.  Además se comienza a tratar  a las personas  como  objetos,  actuando  en forma  distante  e impersonal.  

El Cinismo es un mecanismo que permite reducir al mínimo las emociones potencialmente   intensas   que   podrían   interferir   con   el   funcionamiento   en situaciones  de  la crisis.    Esto  se  debe  a  que  la  persona  minimiza  su  involucramiento  y compromiso con un trabajo que percibe como muy demandante,  sacrificando sus ideales para protegerse de la fatiga y la desilusión.    Por ejemplo, puede usar un lenguaje  denigrante  o  descalificador  para  referirse  a  los  clientes  e intelectualizaciones recurrentes de la situación. Así mismo, desarrollan actitudes rígidas y burocráticas, es decir, se guían “estrictamente por las reglas”, aunque no aporten   a   la   solución   del   problema,   de   modo   que   evitan   involucrarse personalmente   con   las   dificultades   de   las   personas   con   las   que   trabaja.

3.- Falta de Realización Personal: Esta dimensión alude a la sensación de que no se están  obteniendo  logros  de  su  trabajo,  autocalificándose  negativamente.  Esto alude a las dificultades en el desempeño.

Esta dimensión describe la tendencia a auto evaluarse negativamente,  declinando el  sentimiento  de  competencia  en  el  trabajo.  En  otras  palabras,  los  empleados sienten que no se desempeñan tan bien como lo hacían en un comienzo.  Así  mismo,  se  tiene  la  constante sensación de falta de progreso y la persona se siente inefectiva, aumenta su sentimiento de inadecuación y cada nuevo proyecto es sentido como abrumador (Maslach y y otros, 1997).

El Síndrome de Burnout comprende una serie de alternativas físicas, comportamientos mentales y emocionales que tienen su origen en factores individuales, laborales y sociales.

Elementos comunes del fenómeno:

  • Predominan síntomas disfóricos, tales como: fatiga emocional,  conductual y depresión.
  • Hay un énfasis en síntomas mentales o conductuales.
  • Es un síndrome que sólo aparece en contextos de trabajo.
  • Los síntomas  se manifiestan  en personas  normales  que  no han  sufrido antes de psicopatologías.
  • El  desempeño  del  trabajo  deficiente  ocurre  por  actitudes  y  conductas negativas

Lo que antes era importante y significativo, se vuelve desagradable,  insatisfactorio y  carente  de  significado.  Al  inicio  de  un  trabajo,  las  personas  se  sienten energéticas  y dispuestas  a comprometer  tiempo  y esfuerzo  en  él.   En  general, tienen   muy   buenos   resultados   en   su   evaluación   de   desempeño,   es   decir comienzan sin síntomas de Burnout. Energía, eficacia y compromiso, son la cara opuesta del Burnout. La energía se convierte en fatiga, el compromiso en cinismo y la efectividad en inefectividad y sensación de no lograr lo propuesto (Maslach y otros, 1997).


Psicometacognición
Psicoterapia Integral

PSICOTERAPIA ENFOCADA EN LA PROMOCIÓN DE BIENESTAR

           Una de mis constantes preguntas como psicóloga es: ¿Por qué la psicología se ha limitado hasta ahora en abordar la salud mental desde la Intervención y/o la Prevención y no desde la Promoción?. En otras palabras, la psicoterapia ha abordado, de manera eficaz, la salud mental desde la enfermedad o el malestar psíquico de la persona, pero  ha dejado afuera  la promoción del bienestar, la salud, la completud, la integración de sí mismo. Ciertamente, tanto la intervención como la prevención en problemas psíquicos son necesarios, sin embargo, la terapia psicológica también puede ser abordada como un medio de promoción de autoconocimiento y desarrollo personal.

Existe otra forma de focalizar la comprensión y entendimiento que la psicología ha logrado del ser humano, un foco que promueve el desarrollo de autonomía de la persona y su potencial natural, antes del surgimiento del “malestar”. Entendemos, por ejemplo, de los trastornos psicosomáticos, que el malestar psíquico logra enfermar al “organismo”. Entonces, ¿por qué no promover el bienestar psíquico para que el organismo se mantenga “sano”?.

                Este enfoque promocional en psicoterapia lo hallamos, por ejemplo,  en la Terapia Gestalt, la cual se propone no tan sólo como un eficaz abordaje terapéutico, sino también como una filosofía de vida que prima la conciencia, la propia responsabilidad de los procesos en curso y la fe en la sabiduría intrínseca del organismo para auto-regularse de forma adecuada con un medio cambiante.

                En este sentido, “el darse cuenta”, “la homeostasis” y “el contacto”, como fundamentos de la terapia Gestalt, debiesen ser promocionados, y no tan sólo utilizados como parte de la aplicación de la terapia; sino más bien, promocionados institucionalmente desde la infancia, a través de la familia y el sistema escolar –quizás desde una resignificación de la psicología educacional, o una comprensión de que el sistema escolar no está respondiendo a lo que se considera uno de los pilares importantes de la educación: Aprender a Ser-

Quiero decir que, si aprendemos a internalizar el “darse cuenta”, como una capacidad del ser humano en sus distintas zonas, podríamos, ciertamente, integrar todos nuestros procesos y “trabajar” autónomamente en ellos, sin necesidad de enfermarnos o sentir el malestar psíquico para darnos cuenta. En otras palabras comprender desde un “auto-apoyo” dónde se activa o se estanca nuestra energía. Creo que, nuestra actuación en la vida, dejaría de ser inconclusa o incompleta, proponiendo así nuestro fluir.

Por otro lado, la promoción de Autorregulación, como resultado de una comprensión de nuestra interacción en equilibrio con el medio circundante, sugiere una comprensión de nuestras necesidades, y una forma creativa y autónoma de satisfacerlas, con el objetivo de protegerlas de las interferencias, muchas veces impuestas. Es así, como se relaciona “el contacto”, de manera que la persona pueda comprender los límites del yo en contacto con los otros y lo demás; un contacto que promueva el desarrollo y crecimiento del ser humano.
                Desde esta mirada, la concepción de Salud se define como un modo de Ser y Estar en el mundo de manera integrada, desde la necesaria autoaceptación y comprensión de sí mismo, considerando,  la autorresponsabilidad, por sobre la censura -parecido al antiguo concepto griego de Metanoia; en la cual el conocimiento de sí mismo es la medicina-.


                Para concluir, quisiera insistir en que frente a tanta fractura que, a veces, pareciera multiplicarse y replicarse, especialmente en quienes recién comienzan a vivir, se hace imperativo que nos enfoquemos en promocionar la autonomía, la auto responsabilidad, la autorregulación, la auto actualización….en otras palabras, la activación de nuestro potencial, por sobre el “asistencialismo” psicológico, que pareciera más promotor de la enfermedad y el malestar, que de la salud y el bienestar.

Psicometacognición
Psicología Integral

IDENTIDAD PERSONAL Y DESARROLLO SOCIAL DEL ADOLESCENTE



Miramos a nuestro hijo o hija adolescente, y nos preguntamos, ¿Por qué ya no demanda nuestra atención y presencia como cuando era pequeño?, ¿Por qué se ha distanciado de nosotros?...

 La adolescencia es un momento de búsqueda y consecución de la identidad personal.  Esta identidad es de naturaleza psicosocial.  El adolescente se juzga a sí mismo de la misma forma de cómo es percibido por los otros, y se compara con ellos.  Estos juicios pueden ser conscientes o inconscientes, con inevitables connotaciones afectivas, que dan lugar a una conciencia de identidad exaltada o dolorosa, pero nunca afectivamente neutra.   El autoconcepto es el elemento central de la identidad personal, pero integra en sí mismo elementos corporales, psíquicos, sociales y morales.

      Los cambios fisiológicos obligan a revisar y rehacer la imagen del propio cuerpo.  La preocupación por el propio físico pasa a primer plano.  Pero no sólo la imagen del propio físico, sino la representación de sí mismo pasa a constituir un tema fundamental.  El adolescente tiene una enorme necesidad de reconocimiento por parte de los otros, necesita ver reconocida y aceptada su identidad por las personas (adultos, compañeros) que son significativas para él.  Es este reconocimiento y aceptación lo que asegura un concepto positivo de sí mismo.

En la adolescencia los espacios donde son posibles las interacciones sociales se expanden, mientras que se debilita la referencia familiar.  La emancipación respecto a la familia no se produce por igual en todos los adolescentes;  la vivencia de esta situación va a depender mucho de las prácticas imperantes en la familia.  Junto a los deseos de independencia, el adolescente sigue con una enorme demanda de afecto y cariño por parte de sus padres, y estos a su vez continúan ejerciendo una influencia notable sobre sus hijos. . ( Coleman J., 1980).

 Paralelamente a la emancipación de la familia,  el adolescente establece lazos más estrechos con el grupo de compañeros.  Estos lazos suelen tener un curso típico:  En primer lugar, se relacionan con pares del mismo sexo, luego se van fusionando con el sexo contrario, para, de esta manera ir consolidando las relaciones de pareja. Por lo general el adolescente observa el criterio de los padres en materias que atañan a su futuro, mientras que sigue más el consejo de sus compañeros en opciones de presente. (Coleman J., 1980)

         Los adolescentes se encuentran con dos grandes fuentes de influencia social en su desarrollo: Los amigos que adquieren un papel fundamental en este periodo; y la familia (especialmente los padres).A partir de la pubertad la elección de compañeros se basa, sobretodo, en aspectos individuales del carácter.  La simpatía en el momento de la adolescencia se dirige cada vez más hacia la personalidad total del otro;  y tiene en cuenta, sobretodo, las cualidades afectivas de éste.

         Con el desarrollo de la madurez las posibilidades asociativas se multiplican, y las relaciones sociales se descubren mejor.   El adolescente no sólo tiene la necesidad de encontrar un amigo, sino, alguien que este con él en todo momento, acompañándolo en sus necesidades internas.

Para los adolescentes la amistad significa entablar relaciones duraderas basadas en la confianza, la intimidad, la comunicación, el afecto y el conocimiento mutuo.  Durante este periodo se valora a los amigos principalmente por sus características psicológicas, y por ello los amigos son las personas ideales para compartir y ayudar a resolver problemas psicológicos como pueden ser:  La soledad, la tristeza, las depresiones, entre otras. Esta concepción de la amistad en los adolescentes es posible por el avance cognitivo que se produce en la toma de perspectiva social, que consiste en adoptar la posición de una tercera persona para analizar más objetivamente sus relaciones, es decir, tal y como las vería una tercera persona. (Aberasturi, 1985)
         Los adolescentes consideran las amistades como relaciones sociales que perduran y se construyen a lo largo del tiempo; entienden la amistad como un sistema de relaciones. Por tanto, podemos decir, que la amistad en este periodo permite que se tome conciencia de la realidad del otro, formándose de esta forma actitudes sociales.
Importante es mencionar, otro aspecto, que cumple la amistad en este proceso, ésta tiene una función integrativa en la sociedad, ya que el hecho de sentirse integrado en el mundo y en la sociedad, lo cual se logra, por medio de la amistad, contribuye a reforzar y sociabilizar el “yo”. (Aberasturi, 1985) 

                      A partir de la pubertad, los adolescentes empiezan a sentir nuevas necesidades de independencia, y como consecuencia de esto desean realizar actividades sin el continuo control paterno;  les molestan las ocupaciones caseras, las preguntas de los padres sobre lo que ellos consideran “su vida privada” (amigos, lugares que frecuentan, etc).  Los adolescentes no saben muy bien lo que quieren o a qué aspiran.  Pueden llegar a parecer adultos muy pronto (físicamente), por lo que desean ser tratados como tales por sus padres;  sin embargo la concepción social de la adolescencia alarga enormemente este periodo, por lo que aún les queda un largo camino por recorrer para conseguir el estatus de adulto.

                      El salto generacional que existe entre padres e hijos, y las nuevas necesidades de autonomía de los adolescentes, provocan ciertas tensiones familiares, pero el hecho de que existan algunos conflictos inevitables no quiere decir que las relaciones entre padres e hijos estén continuamente deterioradas.  Existen investigaciones que demuestran que un comportamiento paternal de orientación igualitaria, democrática y liberal favorece que no aparezcan conflictos graves, contribuyendo al diálogo y la comunicación familiar, y pacificando las relaciones con los hijos.


“A menudo huyo de los ritos familiares
Y del mundo estrecho que nos asignan,
Y lejos de los confortables muebles,
Paso de la ensoñación brumosa de mi soledad
Al sueño del espacio,
Tengo frío al carecer de identidad.
Salgo por una puerta baja,
La noche ha cambiado de luz
Mientras ese que soy yo sobre su cama
Endurecido, en paz,
Descansa dentro de un ataúd de cuerpo.
No sé bien quién habla por mi boca,
No sé bien qué nombre llevo todavía,
Pero tengo los ojos, las manos, los oídos,
De un viajero que ha retornado...”

(Jean Tardieu)
                                                                                                                                                                       
PsicoMetacognición
Psicología Clínica    
                                                                                                        
                                                                                                                                                                  
                                                                      

METACOGNICIÓN




¿QUÉ ES, EN DEFINITIVA, UNA PSICOTERAPIA?

Ciertamente, la palabra Psicoterapia ya no es desconocida en nuestro contexto sociocultural. El aumento y la visibilización del malestar psicológico en nuestra época ha generado, por efecto, la búsqueda de tratamiento psicológico. Sin embargo, surge, a partir de esta popularización del concepto de Psicoterapia, ideas erróneas o definiciones inexactas, que, a menudo, lleva a los pacientes o clientes a rechazar la terapia, crear expectativas equívocas sobre ella, sentir desilusión por los avances, entre otros.
En términos generales, se entiende como Psicoterapia al “Tratamiento psicológico que, a partir de manifestaciones de sufrimiento físico o psíquico, promueve cambios en el comportamiento, la adaptación al entorno, la salud física y psíquica, y busca la integridad de la identidad psicológica y el bienestar biopsicosocial de las personas y los grupos”. (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas).
Este tratamiento es fundamentalmente de colaboración entre psicólogo y cliente. El psicoterapeuta posee el conocimiento teórico, metodológico y técnico para abordar la necesidad manifiesta (motivo de consulta) del cliente, sin embargo, la persona que acude a psicoterapia no es pasiva; los avances terapéuticos no dependen tan sólo de la eficacia o experticia del psicólogo, sino  de la actitud responsable y colaborativa del cliente. Mantener esta actitud pareciera ser simple, pero no lo es; el cliente o paciente se interna en un proceso que trae consigo el autoconocimiento, la aceptación, la auto responsabilidad, relacionado directamente con el malestar manifiesto; dar cuenta de aquello es, en ocasiones,  doloroso. Es esto, precisamente, lo que muchas veces nos lleva a abandonar la terapia, arguyendo la poca convicción o efectividad de la terapia, como una defensa hacia el statu quo de la persona.
También es importante decir que la psicoterapia no implica asesorarse bajo consejos por un psicólogo. La terapia es un constructo teórico, metodológico y técnico que responde a una praxis clínica planificada para abordar una necesidad psíquica manifestada por el cliente. El Psicólogo es un profesional de la salud mental, de este modo, en el contexto terapéutico es una persona objetiva, neutra e imparcial. No entrega consejos, ni promueve la dependencia del cliente.
En la psicoterapia existen momentos esenciales que definen el contexto de ella: Contrato terapéutico y Encuadre. Por una parte, el Contrato terapéutico es un acuerdo consentido entre el facilitador y su cliente, cuya misión es propiciar el cambio de conducta del cliente, directa o medialmente. Debe ser expreso y referido a los objetivos, etapas y condiciones del tratamiento. Es “compromiso bilateral explícito de seguir una línea de acción bien definida” (Berne, 1983). Involucra acuerdos en torno a los objetivos y tareas de la terapia, dando la medida de compromiso de cada parte del sistema para el logro de los cambios deseados; cuanto más claro y concreto mejor.
Por otra parte, el Encuadre está destinado a alejar la confusión de roles, implica un consenso generalizado en donde el terapeuta y el cliente no mantengan ningún otro tipo de relación fuera del contexto de las sesiones. Cuando hablamos de encuadre terapéutico, nos referimos a un tipo de dispositivo que regula las condiciones y límites tanto para el terapeuta como para el cliente o paciente en el marco de un proceso terapéutico, con el fin de estructurar, ordenar y asegurar un conjunto de reglas estables que posibiliten “la cura”. Este encuadre diferirá según enfoque o modelo terapéutico.
De acuerdo a los enfoques o modelos terapéuticos, es preciso mencionar que hablar de Psicoterapia no es referirse a un solo tipo de hacer terapia. Existen diversas prácticas metodológicas en diagnóstico e intervención terapéutica, entre los cuales destacan, preferentemente, las escuelas cognitivo-conductuales, psicoanalíticas, humanistas y la escuela sistémica-estratégica. Cada uno de estos paradigmas representan modos de abordar la Salud Mental, que sugieren distintas concepciones de lo humano y lo conductual, de lo normal y lo patológico, y de la clínica psicológica, comprendiendo significativas diferencias en los encuadres y estrategias de intervención terapéutica, y en consecuencia en la concepción de los estilos relacionales y roles asignados, tanto para el terapeuta como para el paciente. De esta manera, la función del diagnóstico, los objetivos terapéuticos y los parámetros técnicos, también varían de un enfoque a otro.
En la actualidad, el psicólogo puede combinar elementos de varios enfoques, para adaptar el tratamiento de acuerdo a las necesidades de cada cliente, sin embargo, generalmente mantiene una orientación teórica específica.

Es importante, al momento de acudir a psicoterapia, conocer el enfoque con que el facilitador o terapeuta orienta su trabajo; en este sentido, no es posible determinar cuantitativamente, cuál de todos los enfoques es el mejor o más eficaz, sin embargo, es posible considerar cuál de todos ellos nos hace más sentido.
Cecilia Concha  A.
Psicóloga Clínica Educacional
Diplomado en Psicología Transpersonal
Especialización en Matemáticas Básicas, Medias y Avanzadas

ESTIMULACIÓN COGNITIVA EN EL ADULTO MAYOR

No es la edad lo que causa problemas en los procesos cognitivos, sino el desuso y la falta de ejercicios asociada al envejecimiento. En otras palabras, la menor efectividad en los procesos mentales se solucionan con repetición y práctica adicional.

Bajo este supuesto, las sesiones destinadas a Estimulación Cognitiva para el adulto mayor, se elaboran con el objetivo de “Estimular los procesos cognitivos de atención, concentración, percepción, pensamiento, memoria y lenguaje, a partir de actividades enfocadas en ellas, para que el adulto mayor pueda alcanzar un nivel  de rendimiento acorde  con sus potencialidades, favoreciendo así su desempeño en actividades de la vida diaria y aportando a mejorar su calidad de vida”.

Son muy prácticos el desarrollo de los pasatiempos y ejercicios cognitivos como una excelente forma de mantener y potenciar la actividad mental, como por ejemplo: Sopas de letras (actividad estimuladora de la atención, el lenguaje, la visopercepción y la memoria semántica.), Resolución de laberintos (útil para potenciar habilidades de planificación y resolución de problemas), Sudoku (que ejercita habilidades como  percepción, memoria, lógica, análisis deductivo, estrategia de planificación, memoria de trabajo, coordinación,  paciencia), Buscar diferencias (capacidad de observación y atención, análisis sistematizados y ordenados de las situaciones), Dichos y refranes (Atención, lectura, escritura y memoria semántica, flexibilidad de pensamiento), entre otros.

La estimulación cognitiva se basa en la comprensión de que una sistematización de ejercicios prácticos de estimulación mejora el deterioro cognitivo en adultos mayores, básicamente porque en la senectud, los procesos cognitivos responden a la plasticidad neuronal lo que posibilita la rehabilitación y la prevención del deterioro cognitivo.

Estas sesiones son formuladas desde una psicoestimulación preventiva, realizando sesiones con estimulación de procesos cognitivos, estrategias de memoria y solución de olvidos cotidianos. La memoria de trabajo, como mecanismo de almacenamiento temporal es una de las principales inquietudes en este ciclo vital, debido a la generación de los “olvidos frecuentes” y su asociación equivocada con la demencia. Para disminuir esta preocupación en el adulto mayor, se realizan actividades enfocadas al ejercicio de la atención y la concentración, la prevención y/o eliminación de conductas de comprobación, el reconocimiento de acciones sobreaprendidas (automatizadas), uso de asociaciones como estrategias de codificación y almacenamiento. Además de esto, se eliminaron falsas creencias acerca de la memoria, como por ejemplo, “es normal que las personas mayores pierdan la memoria”.

Para la estimulación de la memoria episódica, se desarrollan sesiones en torno a la memoria autobiográfica – historia de vida- Para esto, se realizan actividades de evocación y narración de hechos autobiográficos y memorias personales.


         Estimular los procesos mentales en el adulto mayor, implica  un aporte para mejorar su calidad de vida, su autoconcepto y, ciertamente, desmitifica, resignificando el proceso de envejecimiento”.

Paola Rojas J.
Psicóloga Clínica Educacional
Postítulo en Psicología Psicoanalítica
Profesora de Castellano y Filosofía