Miramos a nuestro hijo o hija
adolescente, y nos preguntamos, ¿Por qué ya no demanda nuestra atención y
presencia como cuando era pequeño?, ¿Por qué se ha distanciado de nosotros?...
La
adolescencia es un momento de búsqueda y consecución de la identidad personal.
Esta identidad es de naturaleza psicosocial. El adolescente se juzga a sí
mismo de la misma forma de cómo es percibido por los otros, y se compara con
ellos. Estos juicios pueden ser conscientes o inconscientes, con
inevitables connotaciones afectivas, que dan lugar a una conciencia de
identidad exaltada o dolorosa, pero nunca afectivamente neutra. El
autoconcepto es el elemento central de la identidad personal, pero integra
en sí mismo elementos corporales, psíquicos, sociales y morales.
Los cambios fisiológicos obligan a revisar
y rehacer la imagen del propio cuerpo. La preocupación por el propio
físico pasa a primer plano. Pero no sólo la imagen del propio físico,
sino la representación de sí mismo pasa a constituir un tema fundamental.
El adolescente tiene una enorme necesidad de reconocimiento por parte de los
otros, necesita ver reconocida y aceptada su identidad por las personas
(adultos, compañeros) que son significativas para él. Es este
reconocimiento y aceptación lo que asegura un concepto positivo de sí mismo.
En
la adolescencia los espacios donde son posibles las interacciones sociales se expanden, mientras que se debilita la
referencia familiar. La emancipación respecto a la familia no se
produce por igual en todos los adolescentes; la vivencia de esta
situación va a depender mucho de las prácticas imperantes en la familia. Junto a los deseos de independencia, el
adolescente sigue con una enorme demanda de afecto y cariño por parte de sus
padres, y estos a su vez continúan ejerciendo una influencia notable sobre
sus hijos. . ( Coleman J., 1980).
Paralelamente
a la emancipación de la familia, el adolescente establece lazos más
estrechos con el grupo de compañeros. Estos lazos suelen tener un curso
típico: En primer lugar, se relacionan con pares del mismo sexo, luego se
van fusionando con el sexo contrario, para, de esta manera ir consolidando las
relaciones de pareja. Por lo general el
adolescente observa el criterio de los padres en materias que atañan a su
futuro, mientras que sigue más el consejo de sus compañeros en opciones de
presente. (Coleman J., 1980)
Los adolescentes se encuentran con dos grandes fuentes de influencia social en
su desarrollo: Los amigos que
adquieren un papel fundamental en este periodo; y la familia (especialmente los
padres).A partir de la pubertad la elección de compañeros se basa,
sobretodo, en aspectos individuales del carácter. La simpatía en el momento
de la adolescencia se dirige cada vez más hacia la personalidad total del
otro; y tiene en cuenta, sobretodo, las cualidades afectivas de éste.
Con el desarrollo de la madurez las posibilidades asociativas se multiplican, y
las relaciones sociales se descubren mejor. El adolescente no sólo
tiene la necesidad de encontrar un amigo, sino, alguien que este con él en todo
momento, acompañándolo en sus necesidades internas.
Para
los adolescentes la amistad significa entablar relaciones duraderas basadas en
la confianza, la intimidad, la comunicación, el afecto y el conocimiento
mutuo. Durante este periodo se valora a los amigos principalmente por sus
características psicológicas, y por ello los amigos son las personas ideales
para compartir y ayudar a resolver problemas psicológicos como pueden
ser: La soledad, la tristeza, las depresiones, entre otras. Esta
concepción de la amistad en los adolescentes es posible por el avance cognitivo
que se produce en la toma de perspectiva social, que consiste en adoptar la
posición de una tercera persona para analizar más objetivamente sus relaciones,
es decir, tal y como las vería una tercera persona. (Aberasturi, 1985)
Los adolescentes consideran las amistades como relaciones sociales que perduran
y se construyen a lo largo del tiempo; entienden la amistad como un sistema de
relaciones. Por tanto, podemos decir, que la amistad en este periodo permite
que se tome conciencia de la realidad del otro, formándose de esta forma
actitudes sociales.
Importante
es mencionar, otro aspecto, que cumple la amistad en este proceso, ésta tiene
una función integrativa en la sociedad, ya que el hecho de sentirse integrado
en el mundo y en la sociedad, lo cual se logra, por medio de la amistad,
contribuye a reforzar y sociabilizar el “yo”. (Aberasturi, 1985)
A partir de la pubertad, los adolescentes empiezan a sentir nuevas
necesidades de independencia, y como consecuencia de esto desean realizar
actividades sin el continuo control paterno; les molestan las
ocupaciones caseras, las preguntas de los padres sobre lo que ellos consideran
“su vida privada” (amigos, lugares que frecuentan, etc). Los adolescentes
no saben muy bien lo que quieren o a qué aspiran. Pueden llegar a parecer
adultos muy pronto (físicamente), por lo que desean ser tratados como tales por
sus padres; sin embargo la concepción social de la adolescencia alarga
enormemente este periodo, por lo que aún les queda un largo camino por recorrer
para conseguir el estatus de adulto.
El salto generacional
que existe entre padres e hijos, y las nuevas necesidades de autonomía de los
adolescentes, provocan ciertas tensiones familiares, pero el hecho de que
existan algunos conflictos inevitables no quiere decir que las relaciones entre
padres e hijos estén continuamente deterioradas. Existen investigaciones
que demuestran que un comportamiento paternal de orientación igualitaria, democrática
y liberal favorece que no aparezcan conflictos graves, contribuyendo al diálogo
y la comunicación familiar, y pacificando las relaciones con los hijos.
“A
menudo huyo de los ritos familiares
Y
del mundo estrecho que nos asignan,
Y
lejos de los confortables muebles,
Paso
de la ensoñación brumosa de mi soledad
Al
sueño del espacio,
Tengo
frío al carecer de identidad.
Salgo
por una puerta baja,
La
noche ha cambiado de luz
Mientras
ese que soy yo sobre su cama
Endurecido,
en paz,
Descansa
dentro de un ataúd de cuerpo.
No
sé bien quién habla por mi boca,
No
sé bien qué nombre llevo todavía,
Pero
tengo los ojos, las manos, los oídos,
De
un viajero que ha retornado...”
(Jean
Tardieu)
PsicoMetacognición
Psicología Clínica
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