Ciertamente,
la palabra Psicoterapia ya no es desconocida en nuestro contexto sociocultural.
El aumento y la visibilización del malestar psicológico en nuestra época ha
generado, por efecto, la búsqueda de tratamiento psicológico. Sin embargo,
surge, a partir de esta popularización del concepto de Psicoterapia, ideas
erróneas o definiciones inexactas, que, a menudo, lleva a los pacientes o
clientes a rechazar la terapia, crear expectativas equívocas sobre ella, sentir
desilusión por los avances, entre otros.
En términos
generales, se entiende como Psicoterapia al “Tratamiento psicológico que, a
partir de manifestaciones de sufrimiento físico o psíquico, promueve cambios en
el comportamiento, la adaptación al entorno, la salud física y psíquica, y
busca la integridad de la identidad psicológica y el bienestar biopsicosocial
de las personas y los grupos”. (Federación
Española de Asociaciones de Psicoterapeutas).
Este tratamiento es fundamentalmente de colaboración
entre psicólogo y cliente. El psicoterapeuta posee el conocimiento teórico,
metodológico y técnico para abordar la necesidad manifiesta (motivo de
consulta) del cliente, sin embargo, la persona que acude a psicoterapia no es
pasiva; los avances terapéuticos no dependen tan sólo de la eficacia o
experticia del psicólogo, sino de la
actitud responsable y colaborativa del cliente. Mantener esta actitud pareciera
ser simple, pero no lo es; el cliente o paciente se interna en un proceso que
trae consigo el autoconocimiento, la aceptación, la auto responsabilidad,
relacionado directamente con el malestar manifiesto; dar cuenta de aquello es,
en ocasiones, doloroso. Es esto,
precisamente, lo que muchas veces nos lleva a abandonar la terapia, arguyendo
la poca convicción o efectividad de la terapia, como una defensa hacia el statu
quo de la persona.
También es importante decir que la
psicoterapia no implica asesorarse bajo consejos por un psicólogo. La
terapia es un constructo teórico, metodológico y técnico que responde a una
praxis clínica planificada para abordar una necesidad psíquica manifestada por
el cliente. El Psicólogo es un profesional de la salud mental, de este modo, en
el contexto terapéutico es una persona objetiva, neutra e imparcial. No entrega
consejos, ni promueve la dependencia del cliente.
En la psicoterapia existen momentos
esenciales que definen el contexto de ella: Contrato terapéutico y Encuadre. Por
una parte, el Contrato terapéutico es un acuerdo consentido entre el
facilitador y su cliente, cuya misión es propiciar el cambio de conducta del
cliente, directa o medialmente. Debe ser expreso y referido a los objetivos,
etapas y condiciones del tratamiento. Es “compromiso bilateral explícito de
seguir una línea de acción bien definida” (Berne, 1983). Involucra acuerdos en
torno a los objetivos y tareas de la terapia, dando la medida de compromiso de
cada parte del sistema para el logro de los cambios deseados; cuanto más claro
y concreto mejor.
Por otra parte, el Encuadre está destinado a
alejar la confusión de roles, implica un consenso generalizado en donde el
terapeuta y el cliente no mantengan ningún otro tipo de relación fuera del
contexto de las sesiones. Cuando hablamos de encuadre terapéutico, nos
referimos a un tipo de dispositivo que regula las condiciones y límites
tanto para el terapeuta como para el cliente o paciente en el marco de un
proceso terapéutico, con el fin de estructurar, ordenar y asegurar un conjunto
de reglas estables que posibiliten “la cura”. Este encuadre diferirá según
enfoque o modelo terapéutico.
De acuerdo a los enfoques o modelos
terapéuticos, es preciso mencionar que hablar de Psicoterapia no es referirse a
un solo tipo de hacer terapia. Existen diversas prácticas metodológicas en
diagnóstico e intervención terapéutica, entre los cuales destacan,
preferentemente, las escuelas cognitivo-conductuales, psicoanalíticas,
humanistas y la escuela sistémica-estratégica. Cada uno de estos paradigmas
representan modos de abordar la Salud Mental, que sugieren distintas
concepciones de lo humano y lo conductual, de lo normal y lo patológico, y de
la clínica psicológica, comprendiendo significativas diferencias en los
encuadres y estrategias de intervención terapéutica, y en consecuencia en la
concepción de los estilos relacionales y roles asignados, tanto para el
terapeuta como para el paciente. De
esta manera, la función del diagnóstico, los objetivos terapéuticos y los
parámetros técnicos, también varían de un enfoque a otro.
En la actualidad, el psicólogo puede combinar
elementos de varios enfoques, para adaptar el tratamiento de acuerdo a las
necesidades de cada cliente, sin embargo, generalmente mantiene una orientación
teórica específica.
Es importante, al momento de acudir a psicoterapia,
conocer el enfoque con que el facilitador o terapeuta orienta su trabajo; en
este sentido, no es posible determinar cuantitativamente, cuál de todos los
enfoques es el mejor o más eficaz, sin embargo, es posible considerar cuál de
todos ellos nos hace más sentido.
Cecilia Concha A.
Psicóloga Clínica Educacional
Diplomado en Psicología Transpersonal
Especialización en Matemáticas Básicas, Medias y Avanzadas
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