“Aprender a leer ampliaría las habilidades
de
representación mental, se amplía el
conocimiento
del mundo y la capacidad de reflexionar
sobre éste”
(M. Clemente Linuesa).
No es fácil inculcar la lectura
en los niños, sin duda queremos que lean, pues comprendemos y asumimos la
importancia de ello; por esto seguimos distintas estrategias y consejos: desde
pequeños compramos libros infantiles, les leemos cuentos antes de dormir, les
mostramos posibles desenlaces, les pedimos resumir, sintetizar, abordar,
evaluar lo leído. Y de pronto, sentimos que no obtenemos resultados.
El problema es que nos basamos en
estrategias que se fundan en una idea errónea de cómo funciona la naturaleza
humana.
Más allá de un truco, consejo o
estrategia, la manera más efectiva para que a nuestros hijos les guste leer es
simple y compleja a la vez: A NOSOTROS,
SUS PADRES, NOS DEBE GUSTA LEER VERDADERAMENTE
(sin fingir, ni simular). Es decir, no puede transmitirse algo que no se
siente.
Cuando los niños leen, cuando los
niños aprenden a disfrutar la lectura, algo inmenso les sucede, no sólo a nivel
cognitivo (agilidad mental, riqueza lingüística, memoria, concentración), sino
también en su desarrollo emocional y social (tolerancia, expresión de ideas y
sentimientos, incremento cultural, empatía).
La lectura desarrolla la
imaginación y nos acerca a las distintas dimensiones del mundo que nos rodea;
nos presenta mundos distintos, respuestas a nuestras preguntas íntimas, y
sobretodo nos acerca a nosotros mismos, pues nos hace valorar nuestras propias
interpretaciones, nuestro propio bagaje.
En conclusión, cuando los niños
leen no tan sólo se conectan con una historia ficticia, se conectan con su
propio mundo que reconstruye aquella historia.
Equipo Psicometacognición
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