La vida
hoy día nos mantiene tan ocupados, estresados y realmente agobiados, que de
alguna manera hemos descuidado ciertas cosas en la vida que
tienen mayor relevancia de la que le damos, hemos dejado de disfrutar muchas de
las cosas que nos rodean, detalles simples y pequeños instantes
que transforman nuestra vida sin darnos cuenta.
Entre
estas cosas que se han perdido, está ese importante contacto que debe tenerse y
mantenerse con los hijos y que
más allá de cuestionar el proceder de los padres, es
sabido que es cada vez más poco y de menor calidad el tiempo que les dedicamos
enteramente a nuestros hijos.
Hoy día el
tiempo es compartido para prácticamente todo lo que hacemos durante el día,
atendemos llamadas personales en tanto resolvemos alguna situación de trabajo,
los minutos del almuerzo son los propicios para atender unos cuantos asuntos
más, las relaciones sociales son buenas durante el ejercicio o las compras y la
familia siempre está al otro lado del teléfono, no tenemos un tiempo único para casi nada y es
muy triste que nuestros hijos formen parte de ese tiempo compartido,
tanto, que la mayoría de las veces que estamos conversando con ellos o
simplemente escuchando algunas de sus anécdotas, no los miramos a la cara.
“Lo importante no es
escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa.” Juan Donoso
Cortés
Para
muchas personas este gesto no es del todo necesario, basta que tu hijo sepa que
le escuchas, pero no nos damos cuenta de que la atención que los
niños demandan no tiene que ver exclusivamente con ser escuchados, el mirarlos
e interesarnos por sus historias, son parte importante de esa atención
y de ese respeto que le debemos, en su condición no solo de niños, sino de
humanos y además seres pensantes.
Cuando
conversamos con nuestros hijos, en entera atención y dedicación, por más breves
que sean los espacios, se nos abre un universo de oportunidades en nuestra
relación con ellos, en nuestros acercamientos, en la manera de poder
aprender a leer en sus miradas, en sus ojos, en sus gestos y en la
transparencia propia de los niños, que tarde o temprano se irá opacando inevitablemente,
por los prejuicios y los criterios que se van adquiriendo en torno a las cosas.
“Así como hay un arte
de bien hablar, existe un arte de bien escuchar”. Epicteto de Frigia
Aprender
a leer en los ojos de nuestros hijos, no solo nos da la ventaja de evitar las
mentiras y poder sortearlas, sino que además nos acerca verdaderamente a ellos
y a ellos a nosotros,
a través de la mirada se establece una conexión casi mágica, tan natural y
necesaria, que cualquier relación o situación de nuestra vida, puede mejorar o
empeorar considerablemente con tan solo una mirada.
No importa
que tan ocupado estés, que tan agobiado te sientas, dale
a tu hijo la oportunidad de disfrutar de esa conexión, siente
su energía, su vibración, aprende a leer en su mirada, en sus ojos, en la
manera que tiene de expresarse y comunicarse contigo, esta oportunidad es única
y pocas veces nos damos cuenta de ello.
No
subestimes las palabras que tu hijo dirige hacia a ti, no
menosprecies los espacios en los que tus hijos intentan acercarse a ti,
dedícale los segundos que demanda, pero en entera disposición, míralo a la cara, fíjate en sus ojos,
aprende a leer a través de ellos y a hacerles saber que estás allí, conectado
con ellos desde lo profundo de tu ser.
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