Un hogar equilibrado es fuente de bienestar, un
sitio al que siempre nos apetece regresar porque encontramos el refugio y apoyo
que necesitamos. Sin embargo, un hogar tóxico genera malestar y nos convierte
en personas más vulnerables a enfermar, tanto a nivel físico como psicológico,
es un sitio donde nos sentimos mal y del que sólo quisiéramos huir.
Entornos mentalmente tóxicos
El concepto de “entornos mentales tóxicos” fue
propuesto por Kalle Lasn. Hace 30 años, se produjo un fuerte movimiento “verde”
motivado por la creciente preocupación de las personas por el hecho de que la
toxicidad del medioambiente pudiera enfermarlas.
Algunos psicólogos indican que muchas de las
dificultades emocionales, depresiones, estrés, tienen su causa en un estilo de
vida marcado por caos, el consumismo, la falta de Inteligencia Emocional, dificultad
para mantener relaciones interpersonales asertivas, donde los hogares suelen
ser el entorno donde todo comienza, o donde se perpetúan esos comportamientos
tóxicos.
La convivencia no está exenta de conflictos. Sin
embargo, no deberíamos permitir que ciertos comportamientos terminen haciendo
que nuestro hogar se convierta en un entorno mentalmente tóxico.
LAS ACTITUDES Y HÁBITOS QUE DEBEMOS DESTERRAR DE
LOS HOGARES
Los gritos comienzan siendo excepcionales pero
pueden convertirse en la norma. Sucede sin que nos demos cuenta. Un día gritas
porque crees que no te entienden, al día siguiente porque piensas que no te
escuchan y al otro porque quieres tener la razón a toda costa. Así se
convierten en pan cotidiano. Sin embargo, los gritos esconden el germen de la
violencia. Implican el deseo de imponer el poder y avasallar al otro. Sus
consecuencias para los niños son aún peores. Un estudio realizado en la Escuela
de Medicina de Harvard reveló que los gritos pueden alterar de forma
significativa y permanente la estructura del cerebro infantil afectando la
integración entre las dos mitades del cerebro, lo que puede provocar problemas
de personalidad y afectar su equilibrio emocional.
¿Cómo solucionarlo? En la casa debe
haber una norma muy sencilla: no gritar. Cada miembro debe recordar que gritar
no le dará más razón. Es importante cultivar la empatía y la asertividad. Los
gritos siempre son una muestra de la incapacidad para gestionar la situación.
2. La hostilidad
Si entras en casa y de repente sientes como si un
peso cayera sobre tus hombros, es probable que se deba a que se respira un
ambiente de hostilidad. Hay hogares en los que no hay entusiasmo, donde las
personas casi nunca se dedican una sonrisa sino que, al contrario, muestran
actitudes hostiles y actúan como si los demás fueran sus adversarios. En estos
hogares prima la ley del más fuerte, por lo que es muy difícil encontrar reposo
y tranquilidad.
¿Cómo solucionarlo? Cuando el hogar se
convierte en un campo de batalla, no hay ganadores, todos pierden porque se
rompe el equilibrio. Por eso, es importante centrarse en solucionar los
problemas, más que en buscar culpables.
3. El drama
En la vida atravesamos momentos dramáticos. Sin
embargo, cuando el hogar se convierte en un drama cotidiano, la desesperanza,
la frustración y la depresión no tardan en sentar casa. Ese dramatismo suele
provenir de personas que siempre encuentran un problema para cada solución, que
se centran solo en los aspectos negativos de la vida y que han hecho de las
quejas su modo de vida. Esas personas terminan “contagiando” el hogar,
haciendo que flote sobre el ambiente una bruma de pesimismo.
¿Cómo solucionarlo? Adoptando una
actitud más positiva, que también terminará siendo contagiosa y puede
contrarrestar las actitudes negativas de los demás. Es importante hacerle ver a
esa persona, sin atacarla ni criticarla, cómo sus actitudes dañan a todos y
crean un clima emocional muy negativo.
4. El caos
El espacio donde pasas varias horas al día termina
influyendo en tu estado de ánimo. Por eso, un espacio desorganizado y caótico
puede terminar provocando ese mismo caos mental, es un espacio donde no apetece
estar y que genera estrés. Se ha apreciado que cuando estamos inmersos en
entornos desorganizados y caóticos, nuestro cerebro tiene más dificultades para
procesar la información, lo que produce una sensación de sobrecarga, afecta nuestra
productividad y aumenta la ansiedad y el estrés. No obstante, esa confusión no
se refiere únicamente al espacio físico sino también a la falta de reglas que
garanticen una convivencia fluida entre los miembros del hogar.
¿Cómo solucionarlo? Es importante que
en todo hogar reine el orden y que existan unas normas de convivencia, aunque
sean implícitas, de manera que cada quien conozca los límites que no debe
traspasar.
5. La desvalorización
Si en el seno del hogar no se valora, aprecia y
respeta a sus miembros, es difícil que estos logren desarrollar una buena
autoestima y tengan la seguridad necesaria para afrontar la vida. Existen
muchas formas de desvalorización, desde no reconocer los esfuerzos de la
persona hasta minimizar continuamente sus logros o incluso pasarlos por alto.
En algunos hogares se crean dinámicas muy nocivas en las que se etiqueta a uno
de los miembros como la "oveja negra"
de la familia o el chivo expiatorio. Obviamente, esas dinámicas no solo son
negativas para quien carga con las culpas sino también para el resto de los
miembros ya que les impide asumir sus responsabilidades y madurar como
personas.
¿Cómo solucionarlo? Cada persona es única, y la
debemos valorar por ello. No debemos pedirle peras al olmo sino aprender a
centrarnos en sus puntos fuertes y en lo que las hace especiales. Cada quien
brilla con luz propia, debemos cerciorarnos de alimentar esa luz, no de
apagarla.
***Existen
ciertas señales que nos indican que necesitamos ayuda, esto es cuando se
presentan manifestaciones que son intensas o tiene demasiada permanencia en el
tiempo, afectando a la calidad de vida personal y de su núcleo familiar, siendo
conveniente consultar a un especialista***
PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA
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